Hoy día, en que el desempleo ha sumido a muchas familias en la desesperación, Mamen López Antón y Juan José Alcón García son un ejemplo de que las dificultades se pueden superar. Ambos sufrieron una parálisis cerebral al nacer y solo pueden mover sus manos, pero son pareja desde hace veinte años y viven juntos desde hace ocho. Van al cine, salen a pasear y hacen una vida lo más normalizada posible gracias también a la ayuda de sus padres y de instituciones como la Asociación de Paralíticos Cerebrales (Aspace) y el Ayuntamiento de Plasencia.

Precisamente, la Concejalía de Sanidad placentina les ha concedido recientemente el premio Usuarios ejemplarizantes por ser "un ejemplo de superación humana", dentro de los primeros galardones a la excelencia sanitaria otorgados con motivo de la IV Feria de la Salud.

"Ellos se sienten halagados y felices por haber recibido el premio porque la gente les conoce y se ha dado cuenta del esfuerzo que hacen y lo que luchan por tirar cada día para adelante y ser como otra persona cualquiera". Lo dice la madre de Mamen, Sofía, que ejerce de portavoz de la pareja.

Su hija tiene un 89% de discapacidad y Juanjo un 90%, pero Sofía advierte de que "son muy inteligentes y tienen la mente muy lúcida, aunque lo único que pueden mover son las manos, que ya es mucho porque les permite moverse a su aire". Juanjo procede de Galisteo y Mamen de Aceituna, pero se trasladaron a Plasencia y Aspace les unió. "Vinimos a Plasencia porque cuando tienes un hijo así es mejor vivir en la ciudad. Antes teníamos que trasladarnos a Cáceres o a Moraleja y era un ir y venir y aquí estaba la asociación y era más cómodo".

Eso fue hace veinte años, cuando Mamen y Juanjo se conocieron y "fue un flechazo, como dice mi hija", explica Sofía. Tanto es así que "se hicieron novietes y su padre traía a Juanjo a casa o llevábamos nosotros a mi hija y se iban al cine o de paseo, hasta que decidieron irse a vivir juntos".

Ya llevan ocho años de convivencia en un día a día muchas veces programado porque reciben ayuda a domicilio municipal tres veces por semana y "esos días están pendientes de levantarse antes o después, según vengan", cuenta Sofía. A esta ayuda suman la de sus padres y se han acogido también a la Ley de Dependencia. Y mientras, son como una pareja normal que "hasta discuten y regañan, pero el amor lo puede todo".

Fuera de casa sufren las barreras arquitectónicas: "Muchas veces vuelven a casa disgustados porque no han podido acceder a algún sitio" y de personas porque "mucha gente les atiende muy bien, pero otros les tratan como si fueran inferiores". Aún así, Sofía dice orgullosa que "son muy felices, mi hija siempre está contenta y va por la calle riéndose".