El Ayuntamiento de Madrid ha aprobado una nueva ordenanza con la que se reviste de poder para prohibir el reparto de publicidad en las calles del casco histórico. La medida va a afectar sobre todo a los hombres anuncio, cuya actividad --según Gallardón y Ana Botella -- ataca la dignidad de la persona . Es una pena que a estas lumbreras de la política no se les haya ocurrido otra fórmula para restablecer esa dignidad zaherida que enviar al paro, en plena crisis, a los citados trabajadores, muchos de ellos sufridos inmigrantes.

Sea porque nunca he disfrutado de la privilegiada situación laboral de Gallardón y Ana Botella o porque me perdí algún capítulo significativo de Barrio Sésamo, no tengo muy claro el concepto de trabajo indigno. O a lo mejor sí lo tengo claro y no coincide con el de estas mentes preclaras. En la crisis del 93 estuve viviendo en una calle adyacente a la madrileña Gran Vía y me topaba a diario con estos hombres anuncio mientras yo andaba buscado un trabajo. (Un trabajo, sea cual fuera , con el que poder pagar la pensión). Entonces no me pareció que estas personas tuvieran un trabajo indigno; tampoco ahora. Lo que sí creo es que el suyo es un oficio duro y mal remunerado, como muchos otros, pero no por ello merecedor de ser proscrito.

Es decepcionante que estas ordenanzas otorguen carta libre a los ayuntamientos para prohibir las tareas de los hombres anuncio solo porque afean el paisaje urbano --porque de eso se trata-- mientras algunos políticos caen en la corrupción urbanística, la manipulación o, como es el caso, en el elitismo sin que alguna ley de la dignidad les envíe al paro.