TAtl leer estos días los periódicos o mirar los informativos de la tele uno se da cuenta de que algo no va bien. Da la sensación de que entre todos hemos creado un sistema de valores en el que no se premia al mejor, sino al más mentiroso, al que menos escrúpulos tiene, al que mejor sabe mofarse de los demás... En estos tiempos repletos de malos malísimos se ha pasado de moda tener dignidad. Parece que eso se quedó para otra época. Ya no se lleva asumir responsabilidades cuando algo no funciona. Ya no es de listos dimitir. Y lo peor, ya casi parece imposible que alguien pueda rectificar para buscar enmendar un error. Pensando en esto he recordado y buscado en el Google una pequeña historia que leí hace tiempo en una entrevista al escritor Eduardo Galeano y que resume mucho mejor todo lo que estoy intentando explicar. Dice así: "Iban cero a cero. Era la final entre Millonarios y Santa Fe, Devanni cayó derribado en el área y el árbitro pitó penalti, pero él se acercó al árbitro para explicarle que tropezó. Y el árbitro le señaló el estadio, esas miles y miles de cabezas rugientes: "¿Tú crees que ahora puedo anular el penalti?". Devanni se puso frente al portero y eligió su ruina. Pateó la pelota muy lejos del arco. Admirable. Arruinó su carrera pero se le abrieron anchas las puertas de la gloria." Lo peor de esta genial historia es que Galeano tiene razón, que parece que todos estamos esperando siempre que venga alguien y tire el penalti fuera por nosotros, no sea que el público se nos eche encima, no sea que arruinen nuestras carreras. En estos tiempos de malos malísimos la dignidad se patea como un balón.