Los abusos sexuales y las vejaciones físicas por parte de religiosos a menores de edad continúan desgastando a la cúpula de la Iglesia católica. El Vaticano confirmó ayer que el Papa ha aceptado la dimisión del obispo de Kildare y Leighlin (Irlanda), James Moriarty, por haber encubierto a varios sacerdotes acusados de pederastia cuando era prelado auxiliar de Dublín, cargo que ejerció durante 11 años. A él se añadió el obispo de Augsburgo y del Ejército federal alemán, Walter Mixa, que ha puesto su cargo a disposición de Benedicto XVI, tras admitir que maltrató físicamente a los niños de una residencia infantil cuando era párroco de Schrobenhausen (Alta Baviera).

El anuncio de la Santa Sede sobre el cese del obispo irlandés se produjo solo un día después de que se comunicara la sustitución del obispo de Miami por tapar 45 delitos de pederastia en su diócesis y de que Joseph Ratzinger empleara por primera vez en público la expresión "abusos sexuales". Dos situaciones que parecen demostrar que el Vaticano ha empezado a acelerar y reforzar las medidas contra una serie de individuos que restan fieles a la Iglesia.

Por su parte, ayer expresó sus disculpas el arzobispo de Westminster, Vincent Nichols, quien, en nombre de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, calificó de "profundo escándalo" los casos de pederastia. "Esto supone una gran vergüenza para toda la Iglesia. Pero la vergüenza no es suficiente. El abuso de niños es un pecado grave para Dios. Por tanto, nos concentramos no en la vergüenza, sino en el dolor por estos pecados", afirmó.