´LA PELOTA VASCA´

DIRECTOR: Julio Medem. MUSICA: Mikel Laboa. Duración: 115 minutos. SALAS: Cáceres, Badajoz

La pelota vasca es un documental de autor, que (por ¿miedo a la libertad?, ¿censura?, ¿autoritarismo?: escójase, según el gusto) el PP ha intentado boicotear: posiblemente no le convenía a su política y ha ido en su acción más allá del límite que rodea a cualquier gesto artístico. Así, el pequeño proceso que desencadenó hizo que la película no haya llegado virgen a muchos espectadores, aunque realmente casi ninguna película lo hace hoy, vistas las campañas publicitarias que las anuncian.

Este documental de autor (lo que implica un acabado personal, una selección de músicas, encuadres, asociaciones meditadamente pensadas con intenciones artísticas) es un documental incompleto, en demasiados momentos partidista (digamos irritantemente partidista), y tremendamente ilustrativo del cruce de caminos que es el País Vasco: demasiado poco país para la sangre que está dejando.

Julio Medem ha tenido una idea y frente a ella, uno piensa en el error de su desarrollo: dar más voz y planteamiento a una región que se quiere, según estas voces, tan país como Francia, tan rotundamente distinto de La Rioja o Santander que uno podría punzarse el dedo para que le saliera el RH vasco.

Como en La pelota vasca estas voces descargan un peso enorme frente a otras que no aparecen o lo hacen minoritariamente, el resultado es una desenfocada visión de la realidad, cuyo punto de partida uno piensa también que es un error. El punto de partida para uno debería ser la sucesiva comisión de asesinatos, la represión continua de políticos y civiles sobre los que pende la amenaza de muerte y la convicción de que esto no es más que una manifestación de delincuencia, cuya solución pasa por el código penal. Clamar por algo llamado conflicto político, aplicado a estos asesinatos, mueve a estupor cuando los tiros siguen dándose en la nuca. Medem, libremente claro, no lo entiende así y emplea un lenguaje vasco (nacionalista) para dibujar su discurso, un discurso demasiado político y poco humano.