Yellowstone, el paradigma de los parques nacionales de EEUU, y las grandes dehesas de Extremadura son dos modelos de convivencia con la naturaleza. En el primer caso, se trata de un extenso territorio despoblado en el que la fauna se mantiene prácticamente igual que hace siglos; en el segundo, el ser humano ha alterado el ecosistema, efectivamente, pero convive con su fauna y su flora de manera más o menos amigable. Y lo hace también desde hace siglos.

¿Los dos modelos merecen la misma calificación ambiental y, como resultado, la misma ayuda económica? Este será uno de los debates principales del congreso de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que ayer se inauguró en el Fòrum de Barcelona con la presencia, entre otras autoridades, del príncipe Felipe y la ministra Elena Espinosa. La UICN, una heterodoxa y mastodóntica organización en la que están presentes gobiernos y oenegés, debatirá varias resoluciones en este terreno. Se esperan 8.000 asistentes.

La UICN establece seis categorías de parques, del 1 al 6, en función de su grado de protección y conservación. En Europa ya no quedan del nivel 1 puesto que incluso las reservas más prístinas, como Doñana o Bialowieza, son el resultado de una convivencia secular con el hombre.

No tiene poder ejecutivo, pero sus pautas son las que aplican la mayoría de países y la ONU. Así pues, si llegara a descatalogar las áreas protegidas con gente en su interior, implicaría una pérdida de valor, dejarían de seguir los programas de financiación de la ONU, por ejemplo, y sufrirían un impacto importante.