A las cuatro y media de la madrugada Encarna Díaz, empleada de la limpieza de EL PERIODICO DE CATALUÑA, de 54 años, salía de su casa cerca de la Rambla de la Mina en dirección a una redacción vacía. Dos horas más tarde, a las 6.30 horas, su marido, Venancio Alvarez, también abandonaba su hogar para ir a reencontrarse con su compresor en la obra donde trabaja. Alvarez se olvidó el teléfono móvil en casa. Poco imaginaban que la fortuna iba a sacudirles de encima la rutina y ofrecerles un respiro. A las 9.28 horas el número 11.313 resultaba agraciado con el cuarto premio. Al escuchar el 13, un resorte se activó en Encarna. El número 13 que tiene inscrito en un colgante. El número 13 al que juega cada año desde siempre. "Es mi número de la suerte. A nadie le gusta porque dicen que trae mala suerte, pero yo no lo creo", dijo Encarna. El boleto acabado en 13 que buscaron por internet y solo encontraron en Murcia.

Mientras, los niños de San Ildefonso continuaban con sus cánticos y, 18 minutos más tarde, a las 9.46 horas, cantaban el 10.104, el tercer premio, dotado con 50.000 euros la serie. Insólito. La suerte le volvía a sonreír, esta vez con dos décimos de la administración Valdés de Barcelona, y el teléfono empezaba a sonar. Ya no iba a parar. Su hija Imma le confirmaba la noticia. Cuatro de cuatro décimos y un total de 140.000 euros para coger aire.

"Me he dado un hartazgo de llorar", comentó una incrédula Encarna a la que habían bañado en champán sus compañeras. La noticia corría como la pólvora en la redacción y llegaba a la web del diario. Había nacido una estrella y los medios se agolpaban en la redacción esperando audiencia. Encarna tiene cuatro hijos: Imma de 28, Quique de 22, Jonathan de 15 y Nerea de 11. ¿Y ahora qué? "Ayudar a mis dos hijos que están en el paro y arreglarnos la boca mi marido y yo", confesó. Su hijo Quique se enteró de la noticia camino de la oficina del paro con su novia. Trabajaba en una fábrica de cristal y el pasado día 17 lo despidieron. ±Ayudará a bajar la hipoteca, que me tiene ahogadoO, aseguró. Por su parte, Nerea, la más pequeña, no tiene intención de reescribir la carta de los reyes magos y espera sus dos pares de bambas y el chándal.

"Esta Navidad no cocino, me voy por allí a que cocinen para mí", comentó Encarna, aunque al rato daba por sentado que acabaría cocinando los 120 canalones previstos.

Asaltada por los medios de comunicación, Encarna resoplaba: ±Como siga así me voy a gastar todo el dinero en el móvilO. Sin embargo, había un teléfono que nadie descolgaba, el que su marido se había olvidado en casa. Reunida toda la familia en la redacción, faltaba el patrón. Uno de sus hijos se lanzó en su búsqueda en coche: hace poco había cambiado de ubicación y nadie sabía la localización exacta.

Un cuñado logró localizar a su capataz y Venancio había recibido sin aspavientos la primicia. Ni se le pasó por la cabeza ausentarse, a pesar de la llovizna. Siguió trabajando hasta que a las siete de la tarde, al llegar a casa, se reunió con su familia.