TMti amigo Antonio Dieter , gallego fino, no tiene constancia de la existencia de Dios. Pero dice mirar al cielo cada día por ver a sus padres. En esto iba yo pensando, de Madrid a Sevilla. Buscando, como cada día, entregar la vida por un instante de emoción verdadera. Por alcanzar ese embeleso de felicidad que no te sea infiel. Ese que te ha de acompañar hasta el aliento postrero.

Llovía en Talavera. Llanto por Joselito , se dice. Llovía en Trujillo. Llovía en Mérida. En Monesterio, para la gazuza, picoteo de altura. Revuelto de morcilla, arroz con setas y carrilleras. Obras prodigiosas, todas ellas, de ese titán de los fogones que se llama Antonio Parra . Y más carretera. Y más lluvia sin premio. Pero no podía llover en Sevilla. Dios, que es aficionado puro, abrió los cielos, alejó la tormenta y obró el milagro del pasodoble. Un instante que quiso Dios, en su magnanimidad, regalarme. Abrazado a El por ese sólo santiamén. Fue su voluntad que yo viera a mi torero hacer el paseíllo en La Maestranza. ¿Quién de ustedes no ha tenido un torero? ¿Quién de ustedes no ha tenido un sueño? El mío es de Badajoz y se llama Julio Parejo . Un niño. Un hombre. Un torero. Por la gracia de Dios.

Luego vino lo otro. Un lote de uno. Y malo. El primero mansurrón y rajado. Valentón se llamaba, que debe ser lo contrario de valiente. El segundo reservón y alimaña. Desbordado de guasa y con toda su fuerza escondida. Despechado le pusieron y tal vez acertaran. Julio estuvo con el uno, elegante. Con el otro, valiente. Con los dos, torero. Hubo... ¡aromas caros! Hubo,... y habrá. Porque lo prometió su voluntad. Porque lo firmó a verónicas. Porque lo rubricó clavando las zapatillas a su cruz. Triunfar no hubiera sido tan puro. Encarar tanta adversidad sin descomponerse vale mucho más. Quien ha vivido sabe lo que enseñan estas amarguras. ¡Qué triste muchacho, que yo, para pagarte, no tenga un verso limpio!

Luego el silencio y los ojos perdidos del no pudo ser. Y yo miré al cielo por si mi padre, que también era aficionado puro, estaba en los tendidos celestes. Sé que a él le hubiera gustado Julio Parejo. Porque le gustaban los toreros postineros y gentiles. Los que están siempre por encima del bicho. Por encima de su suerte cuando les es contraria. Lo que vi allá arriba,... se lo contaré otro día.