TTtodos los años por estas fechas me acerco al mercadillo de Cáceres y anoto frases, dichos y proclamas de los vendedores. Cada zona del mercadillo tiene su estilo y su lenguaje. Así, en las charcuterías se estilan los aforismos, alrededor de la fruta se manejan los chistes y los requiebros y en el área textil se prefieren la picardía, la hipérbole y la oda al precio, algo que no vocean con tanta alegría los queseros ni los dulceros.

Este año comencé por la parte de abajo, la de las máximas con enjundia, y lo primero que apunté fue la reflexión de dos caballeros setentones que divagaban sobre la amistad cargados de berenjenas. "Los amigos, desde chicos, luego ya no se hacen amigos". Unos metros más arriba, un vendedor de quesos animaba a un matrimonio: "Del mercadillo hay que salir con el marido cargado". La réplica de la esposa no se hacía esperar: "...Y el monedero vacío". Un frutero, mientras tanto, se lanzaba al soliloquio y montaba su propio Club de la comedia : "Mama, quiero migas... Pero si no hay pan, hijo... Me da lo mismo mama, pues sin pan... ¡Ay, unas migas calentitas con el ventilador al lado, qué ricas!... Díganme cositas al oído, señoras, y yo les venderé dos kilos de peras al colín por dos ebros , como dicen los moritos: Dos ebros , dos ebros , barato, barato". Pero ya llegamos a la zona caliente, la de los gitanos lenceros: "Dos bragas un euro, dos tangas, un euro, dos culos, un euro... Usar y tirar. Sujetadores a un euro, la pedrería y la lentejuela a cuatro y los de silicona a diez. Dime pecadiño, ¿quién no se sujeta los wonderbra por un euro?". Pues eso.