Maite Rojo y María Victoria Santiesteban son subcampeonas del mundo. La primera es de Cáceres y la segunda de Valladolid, aunque desde hace varios años reside en Mérida por motivos laborales. Ambas acudieron hace poco a San Petersburgo (Rusia) para representar a España en el primer Mundial de Buceo de Competición. Y el resultado fue excepcional, ya que lograron la segunda plaza por equipos, una plata que les da fuerzas para seguir en esta modalidad deportiva relativamente joven.

El buceo de competición, explica Maite, surge como una alternativa para aquellas personas a las que les gusta el buceo y no lo pueden practicar en invierno (por motivos obvios). Tanto Maite como María Victoria empezaron a bucear como un hobby, que en el caso de la segunda llevaba aparejado una aspiración laboral: ella es arqueóloga y le gusta la arqueología subacuática. De ahí a la alta competición hay un pequeño paso. "La primera vez que me tiro al agua hago un buen resultado y me doy cuenta que soy buena en esto", indica María Victoria.

Esta modalidad deportiva se practica en piscinas y en ella se valora tanto la habilidad como la velocidad en realizar una serie de pruebas, por supuesto, todas bajo el agua. "Hay pruebas en las que hay que controlar mucho la flotabilidad, el consumo de oxígeno, la destreza a la hora de ponerse y quitarse el equipo --todo bajo el agua--, bucear sin máscara... Son muchos aspectos los que hay que tener en cuenta", explica Maite.

En la prueba en la que ambas quedaron segundas tienen que atravesar un tubo de dos metros de largo y uno de diámetro sin ni tan siquiera rozarlo, ya que esto supone una penalización. "Esto con todo el equipo, es decir, que llevan la bombona puesta", aclara Pablo Mirat, entrenador de Maite. Después hay un tramo en el que ambas buceadoras tienen que respirar aire de la misma botella.

En otra de las pruebas se quitan el equipo para volver a atravesar otro túnel, en este caso de cinco metros, lo que deben hacer empujando su bombona de oxígeno. "En esta prueba la flotabilidad y la técnica tiene que ser muy buenas, porque nos cambia el centro de gravedad", dice Maite. "Durante todas estas pruebas", dice María Victoria, "no se puede ni tocar el fondo ni la superficie de la piscina", que tiene una profundidad de dos metros. Lo más difícil, coinciden ambas, es entrenar. Es más complicado incluso para la emeritense, que cuando quiere entrenar técnica, que es lo que se hace debajo del agua, debe desplazarse hasta Cáceres, ya que en la capital extremeña no la dejan meterse en ninguna piscina con su equipo de buceo. Algo más sencillo es para Maite, que cuenta con la colaboración de la Universidad de Extremadura, la Junta y el Ayuntamiento de Cáceres.