Galicia vivió ayer un momento único en la historia sentimental de la literatura española. Marina Castaño, viuda de Camilo José Cela y María Asunción Mateo, viuda de Rafael Alberti, coincidieron ayer en Padrón con motivo de la inauguración en la sede de la fundación del escritor gallego de la exposición Rafael Alberti. Por voluntad propia, en homenaje al poeta gaditano.

Las dos viudas tienen mucho en común. Tanto Marina como María Asunción son las presidentas de las fundaciones que llevan el nombre de sus difuntos maridos y ambas monopolizan en sus personas el derecho sobre la memoria y el legado de ambos escritores. Las dos han mantenido conflictos de intereses con los hijos de los fallecidos, Aitana Alberti y Camilo José Cela Conde, y las dos tienen hijos de anteriores matrimonios a los que consiguieron colocar en el afecto de sus maridos en detrimento de los hijos de éstos.

Pero lo que fundamentalmente une a estas dos mujeres es la polémica que las persigue desde que, en su día, decidieron casarse con dos hombres que prácticamente les doblaban la edad. Y les une, sobre todo, la duda de si se hubieran casado con ellos de ser Cela y Alberti unos anónimos jubilados ferroviarios.

Algo las separa, sin embargo, ya que María Asunción Mateo guarda sus polémicas para el mundo literario y el ámbito familiar, mientras Marina Cela gana en repercusión social. Tiene su explicación: la primera parece más preocupada en beneficiarse de la herencia y la memoria de Alberti, mientras la segunda utiliza su condición de viuda de Cela para mantenerse entre la jet donde espera encontrar un sustituto.