TEtl psicólogo, profesor universitario, gurú de las drogas psicodélicas, ensayista y activista contracultural de los dorados años hippy Timothy Leary le dijo al periodista italiano Enzo Biagi que "el LSD es el mejor invento del hombre después del descubrimiento de la rueda". Lejos de escandalizar, sorprende que Leary, durante tantos años apologista del uso (¿y abuso?) de este tipo de drogas, otorgue mayor rango a una vulgar rueda que a un cuelgue de LSD.

No tengo una opinión formada sobre este psicotrópico, para muchos el hallazgo psicofarmacológico más importante del siglo XX. El sentido común me dice que una sesión de shiatsu o chocolaterapia es más sana que un festín de ácidos, pero vaya usted a saber, porque resulta que el padre de la criatura, el químico Albert Hofmann , cumple mañana 101 años, sospechosamente veintisiete más de los que llegó a vivir Alexander Fleming , inventor de la penicilina. (Y ahí sigue el primero, fresco como una rosa).

Las credenciales del LSD son envidiables: provoca alteraciones mentales como la paranoia, la alucinosis, la esquizofrenia, la ansiedad o los ataques de pánico. Ahora bien, para ese viaje no necesito tantas alforjas, porque ya frecuento a diario estos estados mentales sin tener que recurrir a las drogas. Dicen, además, que amplía hasta límites insospechados los campos de la conciencia. Interesante- ¡Pero yo no quiero ensanchar mi conciencia, sino todo lo contrario!

En fin, que he decidido seguir con mi dieta mediterránea y mis bañitos en el jacuzzi por mucha razón que tenga Bubi cuando asegura que siempre estoy enfermo porque llevo una vida demasiado saludable.