«Él está mejor conmigo y yo, mejor con él. Quería disfrutar estos primeros años acompañándolo en el crecimiento y en la educación». Habla Carlos, un informático que se quedó en casa a cuidar de su pequeño, Lucas, mientras su pareja, Beatriz, se reincorporaba a la jornada laboral. La crianza en casa gana adeptos y en algún caso hasta se invierten los papeles tradicionales. «Eres el tío más feminista que conozco, un ejemplo de igualdad», cuenta Carlos que le piropeó una amiga.

Este vecino del Clot esgrime las razones que le han llevado a participar diariamente de una etapa evolutiva fundamental: «Le puedo enseñar mucho más que una profesora, reforzando su desarrollo». Cumplidos los 21 meses, la criatura avala su convencimiento. «Está muy sano y es muy sociable. Siempre ha estado en contacto con otros niños, en parques o con hijos de amigos».

La psiquiatra y psicoanalista Eulàlia Torras de Beà, experta en infancia y autora de La mejor guardería, tu casa, da claves para una crianza saludable que lleve al niño a integrarse poco a poco en su entorno: «Me parece importantísimo que aprenda que todo lo que él desea no puede ser, que sus padres no le pueden bajar la Luna en un cesto. El resultado de creer que el no no existe es una personalidad regresiva, una falta de evolución emocional y el origen de niños consentidos y materialistas».

La masificación de las escuelas infantiles es uno de los motivos que llevaron a Ester y Jordi a cuidar de sus dos hijas, Tanit, de 5 años, y Margot, de 17 meses, en casa hasta P3. «En la guardería no tienen tantos estímulos ni están acompañados a nivel emocional, y hasta los 3 años lo principal no es la socialización sino tener el referente de sus padres, desarrollar la capacidad emocional y aprender a resolver situaciones», argumenta Ester. Bailarina y profesora de conciencia corporal, cuenta con el apoyo de su pareja, educador en una escuela libre que redujo su jornada. Crecen diferentes, opina esta familia. «Tienen más autonomía y seguridad porque no han sentido el abandono; por eso no tienen tanto apego a los padres, no necesitan estar enganchadas porque saben que estamos ahí. Construimos una seguridad que les da herramientas para afrontar el mundo».

La doctora Torras de Beà da en el blanco del debate: «No se trata tanto de guardería o crianza en casa como de la calidad de la relación que el niño puede establecer con las personas que lo cuidan». Generalmente, conviene, podrá ofrecer más atención, más conocimiento del niño, más afecto, la madre, el padre o una persona constante que se ocupe de él, pero si los padres están demasiado ocupados, hay irregularidades importantes y al niño lo atiende ‘quien puede’, será preferible la estabilidad de una institución».

En el lado opuesto están los que alegan que deben ir al parvulario porque aprenden a relacionarse con niños de su misma edad. A compartir, a jugar y porque los profesionales que les atienden se han formado para tratarles, y para estimularles y para detectar si tienen algún problema de aprendizaje. Y porque «papá y mamá necesitan tener sus propios espacios», argumenta Beth Galindo, ténica de Proyectos Educativos de la fundación Pere Terrés.