Hundida bajo las aguas, Nueva Orleans se sume en el horror. Su alcalde, Ray Nagin, reconoció ayer por primera vez la posibilidad de que el huracán Katrina y la posterior inundación del 80% de la ciudad haya provocado "miles de muertos". Las dos enormes roturas en los diques que debían contener el lago Pontchartrain seguían ayer abiertas. Arreglarlas presenta un reto que fue resumido como "una pesadilla de ingeniería" por la gobernadora de Luisiana, Kathleen Blanco.

Desde la agencia de protección civil, FEMA, se aseguró que el agua ha dejado de subir en Nueva Orleans, pero la ciudad sigue convertida en una peligrosa piscina tóxica donde los equipos de rescate apartan los cadáveres que flotan en las aguas para centrarse en los trabajos de rescate de los supervivientes.

NI LUZ NI AGUA POTABLE Mientras se multiplicaban los actos de pillaje en una ciudad sin electricidad ni agua potable y con serios problemas de comunicaciones, continuaron los trabajos de rescate y recuperación allí, en el resto de Luisiana, en Misisipí y en Alabama.

La decisión del presidente de Estados Unidos, George Bush, de recurrir a las reservas estratégicas de petróleo para garantizar en lo posible el suministro --y controlar un alza disparada de precios que pasaría factura política-- demuestra el alcance nacional de la crisis, que arrancó cuando el huracán Katrina golpeó el lunes el golfo de México.

Bajo la coordinación del Departamento de Seguridad Interior que encabeza Michael Chertoff, agencias federales coordinan con las autoridades estatales asuntos que van desde el suministro eléctrico --que han perdido 2,3 millones de habitantes-- hasta el de la salud pública. Se ha declarado la zona como área de emergencia, y han empezado los preparativos para responder a lo que se anuncia como una crisis segura: un alud de problemas psicológicos y una cascada de enfermedades físicas causadas por problemas con el agua, alimentos contaminados, e infecciones provocadas por bacterias e insectos.

El Departamento de Defensa participa en los esfuerzos. En Nueva Orleans, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército lanza desde helicópteros Chinook sacos de arena de más de 1.600 kilos para intentar rellenar las roturas de los diques. Están en camino un barco-hospital --que tardará una semana en llegar-- y grupos anfibios. Cuatro naves llegarán con comida y material médico.

Además, 11.000 miembros de la Guardia Nacional trabajan bajo las órdenes de los gobernadores de los estados afectados. La movilización --que alcanza los 125.000 guardias nacionales en 19 estados, según un portavoz del cuerpo-- no ha evitado un recordatorio: el 35% de los miembros de la Guardia Nacional de Luisiana están desplegados en Irak. En Misisipí son el 40%.

De todo el país llega ayuda, y la presencia de multitud de agencias y organizaciones no es siempre un factor positivo. El martes, Nagin, enfadado, fue gráfico al mostrar su hartazgo con los problemas de coordinación entre autoridades que estaban retrasando la ayuda efectiva. "Hay demasiados cocineros en esta cocina", denunció.

FALTA DE COORDINACION Ayer, Nagin seguía denunciando problemas de comunicación que dificultaban la coordinación, y describía una ciudad aislada y en caos creciente. "Evacuamos a cerca de un millón de personas antes de la tormenta, pero aún quedan cientos de miles. Nuestros recursos se han centrado inicialmente en el rescate, esa era nuestra prioridad. Luego llegaron las inundaciones. Luego hemos sufrido el pillaje", dijo a CNN. Horas más tarde, el alcalde ofrecía su última estimación de muertos: "Cientos, quizá miles".

El coste económico del huracán rondará cifras nunca vistas en EEUU. Además de rebajar el crecimiento del PIB, varios sectores quedarán gravemente afectados. Sólo las compañías de seguros desembolsarán hasta 21.600 millones de euros.