El príncipe Guillermo de Inglaterra ha expresado su deseo de tener una vida más libre y anónima. El joven, a punto de cumplir 21 años, desea trasladarse unos años a Nueva York para disfrutar de las ventajas de ser un rico heredero sin responsabilidades. No es el único. Haakon Magnus de Noruega lleva meses viviendo en Londres a fin de que su país digiera su matrimonio con Mette Marit. De momento sólo ha conseguido que los noruegos se vayan acostumbrando a la ausencia de la pareja, de modo que cuando quieran volver quizá no les reconozcan.

Antiguamente, sólo los príncipes obligados al exilio vivían en otro país penando por el trono perdido, pero está visto que ahora perder de vista la corte no es una desgracia, sino una liberación. Está bien que los herederos reales conozcan mundo, como estuvo bien, en su día, que acudieran a centros de enseñanza públicos y dejaran de ser mal instruidos en sus respectivos palacios. Lo malo es que el único medio que empleen para conocer el mundo sea alejarse del conocimiento cotidiano de la vida y los problemas de su propio país.

Al príncipe Guillermo se le nota la herencia de su madre, la fallecida Diana de Gales, en lo bueno y en lo malo. Tiene carisma, de modo que muchos británicos le ven como la alternativa a Carlos, para suceder a Isabel II, pero, como le sucede a Haakon de Noruega, cree que ser heredero es un trabajo en el que puedes pedir vacaciones, excedencia y hasta año sabático. Isabel II, sin embargo, sostiene la teoría de que ella es reina "por la gracia de Dios", de modo que sólo la muerte la apartará de su destino y obligación. Uno de los dos, abuela o nieto, están equivocados.