TUtnas amigas me han puesto al corriente de las malandanzas de un conocido que se marchó hace un año a Berlín a hacer las Américas pensando que vivir de la fotografía en aquellos parajes le iba a resultar un asunto sencillo. Pero sea porque Berlín no es América o porque conseguir vivir del arte es, al margen de geografías, una proeza (la oferta supera ampliamente a la demanda), este joven no ha hecho hasta la fecha otra cosa que reeditar la tarea que con tanta eficacia hacía en nuestro país: morirse de hambre. (Sus fotografías son de calidad, aunque no sé si esto es una ventaja o un perjuicio a la hora de ganarse los garbanzos).

Mientras me narraban este quiero y no puedo recordé a Mighty Hannibal , un cantante negro de Atlanta con una biografía escalofriante: alcohólico, drogadicto, proxeneta, internado varias veces en prisión- El extravagante Mighty solía llevar un turbante indio para llamar la atención, pero esta puesta en escena no era suficiente para alcanzar el estrellato. Así que estudiando nuevas fórmulas de promoción de su renqueante carrera musical, Mighty tuvo la feliz ocurrencia de robar un elefante del circo de los Hermanos Ringling en la ciudad de Nueva York. Vestido de indio a lomos del elefante recorrió la Avenida 57 de Broadway hasta la calle 52, donde fue arrestado por la policía. Su hazaña no pasó desapercibida: el osado músico tuvo sus quince minutos de gloria en algunos programas de televisión antes de caer en el olvido.

Si algo nos enseña este suceso es que es más fácil subirse al caprichoso elefante de las oportunidades que mantenerse indefinidamente sobre su resbaladiza grupa.