En plena guerra fría fueron las grandes superpotencias las que compitieron por dejar las primeras huellas en el espacio, una carrera que se financió con dinero público y sirvió para trasladar a la estratosfera la batalla por la hegemonía mundial que libraban el capitalismo y el comunismo. Las grandes potencias no han renunciado a la frontera espacial, pero en un reflejo de los tiempos que corren desde la revolución conservadora de los años ochenta, es ahora la iniciativa privada, propulsada con el dinero de las grandes fortunas, la que ha asumido el liderazgo en ell transporte espacial. Nombres como el sudafricano Elon Musk, que se ha propuesto ser el primero en llevar a un turista a la Luna. Para ser más exactos un japonés, arquetipo del turista.

Musk anunció sus planes desde la sede de Space X en California, donde presentó al hombre que podría convertirse en el primer ser humano en viajar a la Luna desde 1972. Se llama Yusaku Maezawa, tiene 42 años y es el decimoctavo hombre más rico de Japón, según la revista Forbes. Un empresario que se hizo extraordinariamente rico vendiendo moda a través de internet. El japonés pretende que le acompañen en su periplo los «ocho mejores artistas del mundo», a los que pedirá a cambio que creen una obra para conmemorar el viaje. «Estas obras maestras servirán para inspirar al soñador que todos llevamos dentro».

No hay fecha exacta para el viaje, aunque Musk pretende que el despegue se produzca en 2023. Hasta entonces, su compañía se dedicará a construir el Big Falcon Rocket, un cohete espacial de 120 metros de longitud capaz de transportar hasta un centenar de personas a bordo. Inicialmente la misión será menos ambiciosa. El pasaje se restringirá lo máximo posible para dar cabida a suficiente comida, agua y piezas de recambio que permitan a la nave hacer frente a los posibles contratiempos que se presenten. El sudafricano también explicó que el diseño de la nave ha cambiado a raíz de los comentarios que recibió tras compartir en la red la arquitectura del prototipo inicial.

Su desarrollo costará unos 5.000 millones de dólares y, aunque no ha trascendido la suma que Maezawa pagará por ser su primer pasajero, Musk le agradeció que dedique parte de su fortuna a un proyecto que podría servir para abrir una nueva frontera en el turismo espacial. «El hecho de que alguien esté dispuesto a hacer esto me ha ayudado mucho a recuperar mi confianza en la humanidad», dijo el también fundador de Tesla tras reconocer que el viaje es «peligroso». «Al fin y al cabo, (Maezawa) está contribuyendo con su dinero a que el ciudadano de a pie pueda un día viajar a otros planetas». Ahora falta ver si Space X podrá cumplir con los plazos y materializar el sueño de Musk. Los precedentes son traicioneros. El Falcon Heavy, que pretendía también transportar pasajeros fuera de la órbita terrestre, tardó cinco años más de lo previsto en completarse.

No se espera que el Big Falcon acabe alunizando. La misión pasa por darle la vuelta a la Luna en un viaje sin paradas de 764.000 kilómetros, una misión que debería completarse en cinco días.