Se preparaba Italia para vivir unas semanas de conflicto, pero quien estaba en medio del debate ya no está: Eluana Englaro, la mujer que llevaba 17 años en coma y cuya supervivencia había suscitado una crisis sin precedentes en el país transalpino, murió pasadas las ocho de la noche en el centro de reposo de La Quiete, en Udine, tres días después de que los médicos, cumpliendo la sentencia dictada en noviembre por el Tribunal Supremo, pusieran en marcha el protocolo para suspender progresivamente su alimentación. Eluana falleció cuando en el Senado empezaba el debate sobre el proyecto de ley elaborado justamente para salvarla.

Pronto se sabrá si las previsiones que hasta ayer hicieron públicas los médicos, anunciando que la paciente moriría "en 10 o 12 días", alabando la fortaleza de su organismo y diciendo que resistiría "más de la media", eran o no el producto de una estrategia para despistar al Gobierno. "Ha muerto de improviso --dijo su neurólogo, Carlo Defanti--, es algo que no esperábamos. Se ha producido una crisis súbita, sobre cuya verdadera naturaleza sabremos más cuando se lleve a cabo la autopsia". Lo cierto es que su muerte deja en su máximo estado de efervescencia el debate sobre la eutanasia, y a juzgar por las primeras reacciones, en especial desde el Vaticano, el caso no está cerrado.

"AHORA QUIERO ESTAR SOLO" "Si la intervención humana se revelara decisiva para la muerte de Eluana, eso se considera un delito", declaró el que es considerado como ministro de Salud de la Santa Sede, Javier Lozano Barragán. "Que Dios perdone a los responsables de su muerte", añadió. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, afirmó más tarde que lo ocurrido debe ser "un motivo de reflexión sobre las vías mejores para acompañar, con el debido respeto, el derecho a la vida, al amor y al diligente cuidado de las personas más débiles", además de opinar que el fallecimiento de la ahora emblemática paciente, de 38 años, deja "una sombra de tristeza" por las circunstancias en que ha se ha producido.

El Vaticano había puesto toda la carne en el asador para impedir que el padre de Eluana, Beppino, pudiera cumplir la sentencia del Supremo, última y definitiva victoria de una larga andadura por todas las instancias judiciales cuyo principal propósito era hacer valer la voluntad de su hija: ella había expresado muchas veces, antes del accidente que la dejó en coma, en mayo de 1992, que bajo ninguna circunstancia quería vivir así.

"Lo he hecho todo solo y quiero acabarlo solo", declaró el padre por teléfono después de dar la noticia. "No quiero que nadie se preocupe por mí, ahora quiero estar solo, no quiero hablar con nadie --agregó--. Lo único que pido a mis amigos es por favor no traten de buscarme".

SOSPECHAS EN EL SENADO También se había comprometido a fondo con la salvación de la enferma el Gobierno italiano, que había desencadenado una crisis institucional sin precedentes, desafiando el dictamen de la justicia y poniendo en jaque el principio de la separación de poderes solo para contentar al poder (y al voto) católico. "Siento una gran amargura, pues la acción del Gobierno no ha conseguido salvar una vida", declaró el primer ministro, Silvio Berlusconi, principal patrocinador de la maratón legislativa que debía servir para, en la práctica, anular el fallo del Supremo. Los senadores reunidos anoche para debatir el proyecto de ley guardaron un minuto de silencio en cuanto conocieron la noticia, y poco más tarde decidieron suspender la sesión. Pero quisieron dejar claro que el tema no está cerrado. El portavoz de los senadores conservadores, Maurizio Gasparri, dijo, por ejemplo, que la muerte de Eluana es un "claro" caso de "eutanasia". Y la eutanasia, en Italia, es un delito.

Poco a poco, a medida que pasaba el tiempo, los menos pudorosos empezaron a hablar de "asesinato". Entre ellos un cardenal. Es lo que hace pensar que el caso Englaro no ha terminado. Ha dado un giro.