Los niños de hoy son los líderes de mañana, los que pilotarán el planeta en la siguiente generación. Por esta regla insoslayable, la educación se presenta como uno de los instrumentos más útiles para mejorar el mundo. El doctor en Psicología y experto en menores Javier Urra no duda a la hora de describir cómo sería el escenario didáctico en el que deberían crecer esas semillas del futuro. "En un mundo 10, los niños aprenderían en el colegio a gestionar sus emociones y reconocer las ajenas. Existirían asignaturas dedicadas a formarlos en convivencia y a que aprendieran a resolver dilemas morales desde muy pequeños. Se les enseñaría --continúa el experto-- conceptos como el respeto a los animales, se les mostraría recursos para manejarse ante la incertidumbre y habría estímulos para que desarrollen el instinto de compartir". Se trata de inocular en la sociedad "vacunas contra la violencia" mediante la educación, pero también de ayudar a los pequeños a hacerse mayores.

"Una enseñanza óptima debería ser capaz de detectar pronto la vocación de los menores, para que empiecen a ser estimulados antes. Hay que aprovechar mejor los siete primeros años, que son esenciales", dice Urra, para quien nos alejamos del ideal de educación 10 si pensamos que esta acaba cuando suena el timbre de salida del colegio. "Es básico que los padres reciban formación antes de serlo. Debe haber más tiempo de ocio, pero estar enfocado al aprendizaje. Se trata de que el menor disfrute mientras crece como persona".