Las delegaciones presentes en la cumbre del clima de Bali (Indonesia), con caras de cansancio y evidente disgusto, decidieron cumplir con la tradición en este tipo de encuentros y se quedaron a negociar hasta bien entrada la mañana, madrugada en España. Los servicios de limpieza empezaban a desfilar y numerosos ministros corrían porque perdían el avión. El texto final de la reunión, que ha de servir de hoja de ruta para la adopción en el 2009 de un nuevo protocolo de Kioto, buscaba un equilibrio para que lo pudieran asumir todas las partes, especialmente EEUU y la Unión Europea, aunque fuera a base de rebajar las expectativas. Y así parece que será: un consenso de mínimos. "Hemos venido a coger un tren y lo importante es que lo cojamos todos --explicó gráficamente Josep Garriga, jefe de la oficina catalana de cambio climático--. Luego ya podremos decidir adónde vamos".

El principal motivo de discrepancia es un capítulo de la declaración final que se refiere a las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Según la UE, con el apoyo del mundo en desarrollo, los países industrializados deberían reducirlas en el año 2020 entre un 25% y un 40% con respecto a 1990. Si en aquel año emitían 100 toneladas, pues debían bajar a entre 75 y 60. Esto es lo que hay que hacer, según el IPCC, el grupo de expertos en cambio climático de la ONU, si realmente se quiere que la temperatura media de la Tierra no aumente más de dos grados, considerado el umbral que separa lo más o menos asumible de lo catastrófico. Europa ya ha anunciado oficialmente que llegará al 20%, pero se ofrece a mucho más si le acompaña el resto del mundo.

Estados Unidos, con sus inesperados aliados (Japón y Canadá), no estuvo por la faena. Como excusa, arguye que es demasiado pronto para definir un objetivo cuantificado, aunque en el fondo subyace su oposición a quedar incluido en un régimen jurídico dominado por Naciones Unidas. Washington no niega el problema del cambio climático, pero quiere que todo el esfuerzo reductor sea de carácter voluntario y para eso está intentando organizar un ciclo de negociaciones a espaldas de la ONU. También, como siempre, reclama que el texto incluya alguna mención al esfuerzo reductor de CO2 que deberían realizar en un futuro cercano los países en desarrollo, especialmente las potencias emergentes como China, India, Brasil, Indonesia y México.

DOCUMENTO ALTERNATIVO Para sortear el bloqueo, el anfitrión indonesio propuso sin éxito un texto alternativo que preconizaba reducir en un 50% las emisiones, pero en el 2050, un plazo tan largo que puede ser inútil. El texto de consenso en materia de reducción de CO2 podría sortear la cuestión diciendo, por ejemplo, que los países desarrollados se comprometen a que las temperaturas no suban más de dos grados. "En el fondo es lo mismo que decir 25%-40%, pero no mencionas objetivos concretos para el CO2", comentan Josep Garriga y Joaquín Nieto, secretario de Medio Ambiente de CCOO. Sin embargo, la opción con más posibilidades era que sí apareciera la mención, pero como simple nota a pie de página.

Los negociadores nacionales, los cracks de la diplomacia, se quedaron trabajando --y así seguían al cierre de esta edición, a las cuatro de la madrugada en Bali (nueve de la noche en España)--, para que esta mañana resuelvan los flecos pendientes.