La tradición católica y la alta mortalidad de siglos precedentes están en el origen de los seguros de decesos. En el siglo XIX, el tifus, la tuberculosis o el cólera estaban a la orden del día y el entierro de un ser querido se llevaba por delante la exigua economía de las familias más humildes. Pero el auténtico boom de este tipo de seguros estalló en los años de la postguerra española, entre la población rural y las clases más desfavorecidas. La visita de la Parca era inevitable pero la suscripción de estos seguros, a cómodos plazos, ponían remedio a la quiebra doméstica que suponía el sepelio de un familiar.

En España, el seguro de decesos tiene más predicamento en el sur que en el norte y en el oeste que en el este. Un patrón que se repite en Europa y en Extremadura.

En la actualidad, Extremadura es la región con mayor número de tomadores de todo el país. En concreto, 274.186 extremeños tienen los gastos de su deceso cubiertos, según el último informe publicado por Unespa, la patronal del sector. En 2016, en Badajoz, el número de contrataciones aumentó un 1,77% (2.979 nuevas pólizas) y alcanzó los 171.262 seguros. En Cáceres, su crecimiento fue algo inferior, del 1% (1.017 pólizas), hasta llegar a las 102.924 pólizas suscritas.

El número de nuevos contratos sigue en aumento a pesar de que el 70,02% de los extremeños ya tiene, de hecho, el seguro suscrito. Desagregado por provincias, el 71% de los pacenses está asegurado así como también tiene asegurado los gastos de su entierro el 64% de los cacereños. Además, el de decesos es un seguro familiar y lo habitual es que en cada póliza estén incluidos varios parientes, concretamente, 2,6 beneficiarios por seguro contratado.

Por edades, a partir de los 50 es cuando más aumenta el número de tomadores pero no es despreciable el número de jóvenes precavidos. Según los datos manejados por Unespa, el 46% de la población entre los 35 y 40 años no quiere sorpresas en su inhumación y la abona por adelantado.