El sector más conservador del episcopado ha logrado imponer sus tesis entre los obispos españoles con la aprobación del Directorio de Pastoral Familiar en el que se presenta la violencia doméstica como una de las consecuencias de "la revolución sexual" y se exige a abogados y jueces católicos que se nieguen a intervenir en procesos de divorcio. Tres años atrás, la postura del episcopado era otra. Una instrucción pastoral sobre la familia, de la que el directorio es un complemento, no vinculaba la liberación sexual de los 60 a los malos tratos a las mujeres y sólo abogaba por la objeción de conciencia ante casos de aborto.

Los dos documentos se asemejan en ocasiones como dos gotas de agua, pero en otras se repelen como imanes. La instrucción pastoral La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad , a la que el plenario de los obispos dio luz verde el 27 de abril del 2001, también alerta de la amenaza que supone para la institución familiar la extensión del divorcio, las parejas de hecho y las uniones homosexuales, junto a la creciente aceptación social del aborto, la esterilización, la eutanasia y las técnicas de reproducción asistida.

LIBERTAD EN EL MATRIMONIO Aquel texto, denso como el directorio, aprecia, sin embargo, "importantes adquisiciones de carácter moral" y "elementos de progreso" en la realidad social. Cita, por ejemplo, "el rechazo creciente de las violencias de distinto tipo, también en la familia" y "el mayor reconocimiento de la igualdad entre hombre y mujer, la mayor libertad en las relaciones y en la elección del matrimonio y el hecho de que los hijos sean recibidos más conscientemente".

A "la revolución sexual" le atribuye el auge de la pornografía, "también infantil", y la multiplicación de "las violencias sexuales", pero nada dice de la doméstica. Un tono más comprensivo aflora en la instrucción al abordar el divorcio. Si el directorio lo califica de "contrario a la justicia" y sitúa a los jueces en la tesitura de elegir entre "la objeción de conciencia o la mera cooperación material con el mal", en el texto aprobado en el 2001 se indica que "la Iglesia y los pastores no son ajenos a las dificultades de la convivencia matrimonial, que a veces hacen conveniente la separación".

Ambos documentos presentan otro elemento diferenciador. El más antiguo exhibe su preocupación por los aspectos sociales que atañen a la familia, mientras que al más reciente sólo le importa el plano moral. "El trabajo ahoga la vida de las personas" o "se sacrifican muchas cosas a un sistema de producción impersonal, competitivo o tiránico", se lee en la instrucción. El texto del 2001 denuncia la presión económica que sufren las familias y que comienza "con la adquisición de la vivienda, una cuestión dominada en muchos sitios por una fuerte especulación".