La perspectiva, desmoralizante sin duda, de que los hombres del futuro no tengan un Titanic en sus vidas --esa universal fábula sobre la humildad-- o, tal vez peor, de que tengan solo la imagen de un galán imberbe profiriendo cinematográficos alaridos en la proa, ha llevado a los responsables del barco a plantearse la necesidad de inmortalizar, más allá de las fotos y los documentos escritos, sus restos. Ese, entre otros menos espectaculares, es el objetivo de la expedición que la sociedad propietaria del buque hundido, RMS Titanic, ha organizado al Atlántico norte este verano; ahora mismo, el buque científico Jean Charcot está anclado sobre los restos del barco, recogiendo del fondo marino información para elaborar una imagen tridimensional de los restos. Mejor dicho: creando la imagen que tendrán del Titanic las generaciones futuras, cuando el barco haya desaparecido.

Sí: desaparecido. El Titanic ha permanecido casi un siglo en el fondo del mar --naufragó en 1912--, y las nueve expediciones que han tenido lugar desde que, en 1985, Robert Ballard y su equipo localizaron los restos, han certificado que se está deteriorando. Tarde o temprano, advierten los científicos, el barco hundido más famoso del mundo se convertirá en polvo, y la expedición del Jean Charcot se ha marcado el objetivo de convertir en datos la especulación. Es decir, saber cuándo o intentar saberlo.

"Hemos visto imágenes en las que parece que las cubiertas superiores están adelgazando, las paredes están perdiendo grosor y los techos están a punto de colapsar --señaló, poco antes de zarpar, David Gallo, científico del Instituto Oceanográfico Woods Hole y uno de los responsables de la expedición--. Hemos escuchado durante años todo tipo de afirmaciones en el sentido de que la nave se está oxidando, que va a desaparecer por culpa del óxido, pero la verdad es que nadie sabe nada".

La misión es lo bastante compleja, y al mismo tiempo seductora, como para que casi todo el que puede aportar algo se haya apuntado. Científicos del Instituto de Arqueología Náutica estadounidense, de la Oficina Nacional de Santuarios Marítimos, del Centro de Recursos Submarinos y del ya mencionado Woods Hole, entre otros, han sumado esfuerzos para garantizar el éxito de la expedición, formando un equipo con tantas estrellas que los medios estadounidenses le ha llamado el dream team de la investigación oceanográfica; nadie se quiere perder el periplo que puede sentar las bases de la arqueología marina moderna.

YACIMIENTO ARQUEOLOGICO "Por primera vez, y con dos objetivos en mente, vamos realmente a considerar este sitio como un yacimiento arqueológico --declaró Gallo--. El primero es preservar el legado del barco, y el segundo es saber de verdad en qué estado se encuentra".

Fue en un barco del Instituto Woods Hole, el Knorr , que el oceanógrafo Ballard descubrió los restos del Titanic , en septiembre de 1985. "Es un sitio silencioso y tranquilo --dijo-- y un lugar adecuado para que descansen los restos de la más grande tragedia de los mares". Un sumergible no tripulado, el Argos , se ganó su pequeño lugar en la historia al rastrear durante más de una semana el mar antes de hallar el barco, lo cual lo convirtió en decano de todos los aparatos submarinos que desde entonces han bajado hasta el Titanic .

Como herederos del Argos debe considerarse a los dos artilugios que trabajan en el fondo del Atlántico, el Remus 6000 y el Remora 6000 . Ambos están equipados con cámaras fotográficas, equipos de vídeo y sónares de última generación, y visitarán varias veces el Titanic .

EL ATAQUE DE LOS MICROBIOS Para aquilatar el ritmo de deterioro del barco y calcular el tiempo que aguantará la arremetida de los microbios, el Remora subirá a la superficie muestras de las partes más deterioradas; los árboles de óxido en la barandilla de proa están en la mira.

"Que así permanezca para siempre", dijo Ballard tras hallar el Titanic . La certeza de que no será así, anima a esta expedición. El Jean Charcot zarpó de Canadá el 18 de agosto, y su regreso está previsto esta semana.