--Para que se haga cargo del tipo de entrevista: no derrame ni una lágrima más, esa montaña no se merece su llanto. ¡A la porra el récord de los 14 ochomiles ! Sea feliz, ande; la necesitamos alegre, sana y salva.

--Los montañeros, los alpinistas, los que nos dedicamos a las cumbres, los que tratamos de alcanzar cotas difíciles, sean o no de 8.000 metros --no importa la altura--, entendemos que ustedes, los que se quedan en tierra, no comprendan del todo lo que significa para nosotros coronar la cima o, por el contrario, tener que desistir del intento. Es posible que muchos nos consideren unos locos, alguien que lucha por algo que no tiene demasiado sentido. Pero sí lo tiene, sí.¿Sabe qué es lo difícil, lo más frustrante? Que no sabemos expresar lo que sentimos cuando coronamos una montaña. No tenemos facilidad para transmitir ese cosquilleo. Lloremos de frustración o cantemos de felicidad.

--¿Fue el dichoso viento el que frustró el intento de iniciar el ataque a este maldito Shisha Pangma, de 8.046 metros, que se le resiste desde su primer intento en el 2007, no?

--Esa montaña me tiene manía, pero acabaré derrotándola, coronándola. Yo no sé qué tiene esa montaña contra mí. No le debo caer bien. Y eso que no es muy complicada.

--¿Tan desesperante fue llegar al campamento para preparar el ataque y ver que el viento se lo había llevado todo, todo, todo, hacia abajo?

--Cuando Alex, Ferran y Asier me informaron de lo ocurrido, pensé, como siempre, que me estaban vacilando. ¡Se pasan el día vacilándome! Por eso pensé que todo era una broma. Pero, no, cuando llegué al lugar donde habíamos dejado las tres tiendas, atadas y bien atadas, protegidas, requeteatadas, me derrumbé. Rompí a llorar. Asier también lloró, mientras Ferran filmaba y Alex gritaba nuestra mala suerte. Es como si llegase a su casa y descubriese que un imprevisto huracán la ha arrancado de cuajo. ¿Cómo se sentiría?

--Todo lo que tenían desapareció.

--Todo, absolutamente todo. Nosotros solo llevábamos la comida de los tres días del ataque, pero el material, todo el material, estaba en las tiendas. No nos quedó más remedio que bajar a otro campamento, mucho más abajo, y reflexionar.

--¿Y cómo reflexiona uno tras semejante palo?

--Solo Alex creía que el siguiente parte meteorológico sería bueno. Solo él estaba esperanzado. Yo seguía desesperada pensando en qué le había hecho a esa montaña para que me tratara así. Decidimos dormir y, al día siguiente, tomar una decisión.

--Y no les quedó más remedio que abandonar el intento de ataque.

--Se nos acababa el tiempo y también se nos terminaba el permiso de estancia.

--¿En caso de morir en una ascensión, usted no preferiría quedarse en la montaña?

--Le he dado muchas vueltas a eso y aún no tengo muy claro qué orden daría a los míos. Porque, cuando piensas en esa situación, piensas en la desesperación de los tuyos y crees que querrían recuperar tu cuerpo.