A Nicoleta Phorib, una joven rumana de 28 años, le cambió la vida cuando llegó a Extremadura hace siete. Soltera, en Zafra nació su hija Ramona, que ya tiene seis años y con la que vive en la residencia para inmigrantes que Acisf (Asociación Católica de Servicios a la Juventud Femenina) mantiene abierta en Cáceres desde hace siete años.

En pleno corazón del barrio judío, este lugar se convirtió ayer en un escaparate del mundo con motivo de un encuentro intercultural que reunió a hombres, mujeres y niños de 17 nacionalidades vinculados a Acisf. Nicoleta bailó ante el público que llenaba el patio de la residencia y preparó un plato tradicional de su país de origen con carne picada, zanahoria y arroz como ingredientes principales. También lo hicieron Jessica y Aisha, vestidas con ropa típica nigeriana para demostrar que por sus venas sigue corriendo sangre africana, aunque Cáceres sea ahora la patria que les acoge.

De una isla del Caribe llegaron Esmira Ordóñez y Epifanio Gómez, un matrimonio colombiano que dejó a sus hijos al otro lado del Atlántico para buscar una vida mejor. Ahora se dedican a cuidar mayores y están contentos por la acogida. "Ya no nos queremos marchar. Nuestra idea es poder traer a nuestros hijos de 18 y 22 años a Cáceres", aseguran satisfechos, aunque recuerdan que lo más duro de la estancia ha sido sentir en alguna ocasión el rechazo de otros por el color negro de su piel.

Su ejemplo de vida fue ayer una de las demostraciones de convivencia y interculturalidad que se vivieron en la fiesta de Acisf. Si las palabras de los representantes sirvieron para abrir una ventana a otro mundo, también ayudó la gastronomía. Arepas venezolanas, musaka búlgara, tacos de pollo de Honduras o la tarta de plátano rusa hicieron las delicias de los asistentes, entre ellos, la alcaldesa cacereña Carmen Heras o el subdelegado del Gobierno, Fernando Solís.

Comida y hospitalidad

Pendiente de que todo saliera bien, Corazón Rosado, una veterana entregada al trabajo con mujeres inmigrantes en situación difícil que tocan la puerta de Acisf. "Damos acogida, acompañamiento y formación. Normalmente vienen con niños y sin papeles", detalla Rosado, recordando que es la única casa en la región con estas condiciones. En los primeros años llegaban de Marruecos y los países del Este. Ahora, el abanico se ha ampliado al arco latinoamericano.

Por el escenario van desfilando los ritmos del Magreb o Latinoamérica. Sonidos con los que Acisf quiere demostrar que vivir en una sociedad solidaria y abierta a las diferencias no es imposible. Ser partícipe y disfrutar de ella, tampoco. Con una tarde tan espléndida como la de ayer merece la pena intentarlo.