Un espectáculo de lujo abrió la feria segedana. No se puede pedir más. Novillos embistiendo con clase, bondad y recorrido, en líneas generales, propiciaron el éxito de una terna de jóvenes con diferentes conceptos.

El pacense Ambel Posada lleva una trayectoria inpecable. Es su primera temporada completa con los del castoreño y se ha rodeado de una vitola de torero bueno. Si a su primero le realizó una labor de largometraje, variada en argumento y terrenos, bien rematada con la espada, con el quinto desarrolló más. Lo llevó con buen gusto y torería en el inicio de faena, para después componer una obra pinturera, con muletazos lentos.

Hacía su presentación en esta plaza el local Murillo Márquez, que se mostró siempre con disposición y entrega. Voluntarioso y animado estuvo ante el que abrió festejo. Con el buen cuarto, Murillo lo dio todo en una labor poderosa.

Julio Benítez, el hijo del legendario Cordobés, en su primero corrió bien la mano y en el sexto desempolvó capítulos de la tauromaquia paterna.