Una espeluznante cogida del diestro extremeño Israel Lancho (Badajoz, 1979), que por fortuna salvó la vida aunque su estado es de "muy grave", fue la nota triste y destacada de la corrida de ayer en Las Ventas, donde se mascó la tragedia. Allí se vio la sobrecogedora estampa del torero colgado sobre el pitón derecho, que le atravesó el bajo vientre, y con dirección hacia arriba, lo que le hizo exclamar de dolor y algo más.

Nadie quería aventurar nada. Pero era inevitable, por un instante se revivió el luctuoso trance que acabó con la vida del banderillero Manuel Montoliú en la Maestranza de Sevilla un 3 de mayo de hace diecisiete años. Aquella fue mortal de necesidad --"el corazón partido, abierto como un libro", dijo entonces el médico Ramón Vila--, y aquí enseguida se abrigó la esperanza porque "ha entrado al quirófano respirando".

Los médicos y Dios se pusieron enseguida manos a la obra. Y pronto llegaron noticias esperanzadoras. "Su vida no corre peligro", dijo alguien que venía de la enfermería. Es lo que querían escuchar todos. La gran noticia de la tarde: se obró el milagro. Según el parte médico, el diestro extremeño fue operado de "herida con orificio de entrada en hemitórax izquierdo con una trayectoria ascendente de 20 centímetros penetrante en cavidad torácica y orificio de salida en quinto espacio intercostal. Neumotórax y hemotórax. Pronóstico muy grave". A última hora de anoche, estaba en la UVI de la Clínica Virgen del Mar.

La corrida fue dura, desbordados los toreros. La gente había tomado partido por los toros, sin duda equivocadamente. Injusticia a medias ya que hubo dos --cuarto y quinto-- muy toreables. Pero de antemano la plaza estuvo a favor de "los palhas", aplaudidos los tres primeros arrastres. Y los toreros pasando las de Caín.

Es cierto que tanto Paulita con el cuarto, como Serranito con el quinto, no estuvieron bien. Y fueron buenos toros. Pero la peor parte se la llevó el tercer espada, Israel Lancho, por el lote imposible que sorteó, y naturalmente por la cornada.

Silencio

Su primero, con genio y sin humillar, toro violento que "se metía" por los dos pitones. Estuvo intentándolo el hombre en la distancia corta, pero fue imposible construir un sólo muletazo. No se entienden los aplausos para el toro, aunque cuando menos esta vez se guardó silencio de respeto para el torero.

El toro de la tragedia, manso y con poder, se movió mucho y con la cara por las nubes. No perdonaba errores. Lancho volvió a estar digno, lógicamente sin lucimiento. Y en el último gesto de vergüenza torera, "el reconocimiento" de la cornada.

Paulita atacó quizás demasiado a su primero, que se lo pensaba mucho, no humillaba y terminó acobardándose. Y no se acopló con el buen cuarto.

Serranito tuvo un primer toro difícil, que se colaba por los dos pitones, y con el que no pasó de los muletazos sueltos. El quinto, un buen toro, "se le fue", pues tuvo la faena demasiados tiempos muertos, recolocándose mucho entre pases. La tarde fue un tormento. Aunque al final, el alivio de que Israel Lancho la puede contar.