TDticen que es lo último que se pierde. Cuando se han agotado todos los recursos, cuando ya no quedan estrategias, cuando la seguridad deja paso al miedo y al no saber qué hacer, nos agarramos a ella. Porque ya no nos queda otra cosa, porque nos impulsa a seguir, porque nos ayuda a encontrar fuerzas donde parecían agotadas. Decía Nietzsche que es un estimulante vital superior a la suerte, y es que la esperanza no necesita asociarse a ningún otro sentimiento para servir de bastón, o de pañuelo de lágrimas. La suerte sí, la suerte ha de venir acompañada. Confiar en que exista, en que esté esperando, en que pueda rozarte.

Sin embargo, la esperanza no basta. Cuando todo ha fallado, cuando ni siquiera lo último que se pierde ha servido para liberarnos de aquello que nos llevó a lo más hondo, hay que buscar otra cosa, hay que volver a empezar, hay que sentarse delante de un espejo y decir que la vida empieza otra vez, aunque haya que aprender a vivirla, aunque haya que mirar de otro modo para saber que todo es posible, que tenemos que levantarnos cada mañana, saborear los minutos que nos regala la vida, y aprender a soñar otra vez.

La esperanza no basta. Cuando todo ha fallado hay que buscar un resorte que nos ayude a dar otro paso, ése que parecía imposible, ése con el que no habíamos contado. Y entonces, cuando conseguimos volver a poner un pie delante del otro, la esperanza vuelve a ser lo último, porque habremos conseguido situarla otra vez en una lista donde hemos puesto otras cosas delante, otros sueños, otros motivos para no perder la esperanza.