TTtoda piscina que se precie tiene un tipo de más de cuarenta años dando el coñazo con una pistolita de agua, unos niños salpicando al personal lanzándose sin parar, un tripudo comiéndose un bocadillo de chorizo de más de un kilo y un socorrista dormitando en una tumbona tras unas gafas oscuras. También hay otros personajes, como el matrimonio que pasa olímpicamente de los niños mientras estos hacen saltos mortales y se parten la crisma ante sus ojos. Suele habitar esos lares un señor gordo al que todos miran diciendo "como se lance al agua vamos aviados...". Las más abnegadas madres tratan de sujetar a Johnatan, Jenifer y a Vanesa para que no se metan sin hacer la digestión, mientras que un adolescente se lanza haciendo la ´bomba´ para impresionar a alguna congénere con las hormonas iguamente revueltas.

Conozco las piscinas de Cáceres y municipios limítrofes y en todas tiene lugar ese ritual. A veces he contado en la del camping a casi un centenar de bañistas en el agua, lo que crea problemas de tráfico. Y después están los dichosos bichitos del césped que te pegan unos picotazos y no sabes bien cómo ponerte. Los más listos se traen sus tumbonas y leen unos libracos de esos de 600 páginas o más. No falta el grupo de soldados del cuartel, con sus cuerpos perfectos, haciendo corrillos y hablando de lo que harán cuando juren bandera. Esta es la estampa de un día de piscina con paella en el menú del día. Tenemos la felicidad al alcance de la mano. Refrán: Si te entra la calorina tírate de cabeza a la piscina.