TStiempre me ha gustado llamar a las cosas por su nombre. Eso me ha acarreado algún disgusto, pocos, que no leves, y muchas satisfacciones. Los disgustos vinieron de fuera. Las satisfacciones lo fueron conmigo mismo. No hay duda en la elección, por tanto. Andar con eufemismos en situaciones en las que la contundencia debe importar más que un tibio sentido del estilo literario, con el peligro inherente de que los árboles no dejen ver el bosque es algo que siempre me ha parecido facilón. Y cobarde. Cuando en los años últimos de la dictadura y primeros de la transición las plazas y los teatros eran mi púlpito, intenté siempre, a veces con menoscabo de la calidad poética, atender a lo urgente del mensaje. No me arrepiento de haberlo hecho. La claridad antes que la calidad. Y en esas sigo.

El azar, o la necesidad, o ambas cosas, me han deparado ahora este otro púlpito, en circunstancias bien diferentes de aquéllas, pero con sus esquirlas no obstante. Lo digo porque en estos días me han reconvenido por la utilización de alguna palabra malsonante (¿?) en mi artículo del viernes pasado, en el que sustantivizaba hijoputa al etarra De Juana Chaos , el huelguista comilón. No me queda claro si la bulla vino motivada por afán de respeto al tal o por mojigatería. Si por lo primero, inútil es. Desprecio hasta el vómito a un sujeto que, sin ningún tipo de remordimiento, ha asesinado a veintitantas personas. Le respeto igual que él a sus víctimas. Si por lo segundo, jopelines, ni las ursulinas andan ya en estos melindres.

O sea, que a ver qué eufemismo me busco yo ahora, a mi edad, para no decir hijoputa a uno que lo es. Qué cosas. jabuizaunex.es