El 21 de mayo del 2003, una ola de casi dos metros de altura se abatió sobre las costas de las Baleares y hundió más de 70 barcos. Meses antes, el 31 de diciembre del 2002, una muralla de agua de 10 metros había destrozado los edificios en primera línea de playa en la isla de Stromboli, al norte de Sicilia. Nadie se encontraba en las residencias afectadas: indudablemente, un episodio parecido en verano habría sido mucho más grave.

Aunque los pueblos ribereños saben desde antiguo que el Mediterráneo es menos tranquilo de lo que parece, el tsunami de Sumatra del 2004 ha llevado a científicos y políticos a preguntarse si podría sucederle algo parecido. Con este objetivo, los proyectos de investigación Transfer y Medslide estudiarán la probabilidad de tales sucesos y el proceso de formación, mientras que la Unesco promueve un sistema de alerta porque, debido a las reducidas dimensiones del Mediterráneo, la rapidez es el factor clave para reaccionar ante una ola anómala. Investigadores de Transfer y Medslide se reunieron en la Universidad de Barcelona entre el 3 y el 6 de marzo en el ámbito de una reunión del Proyecto Internacional de Perforación Oceánica.

TESTIMONIOS HISTORICOS "El catálogo de maremotos es incompleto", resume Stefano Tinti, coordinador desde la Universidad de Bolonia del proyecto Transfer, que incluye a las universidades de Barcelona y de Cantabria, Puertos del Estado y el Instituto Geográfico Nacional. "Sin embargo, hay testimonios históricos de su poder destructivo", añade. En el año 365 después de Cristo, el puerto de Alejandría fue probablemente destruido por un maremoto. El terremoto de Pompeya, en el 65 después de Cristo, desencadenó olas gigantes. "Hay riesgo también en las costas atlánticas: en 1755, un maremoto arrasó Lisboa, el Algarve e incluso Cádiz".

Los seísmos submarinos son la principal causa de los maremotos. "En el Mediterráneo hay diversas zonas potencialmente tsunamigénicas --prosigue Tinti--: el arco helénico al sur de Rodas, Creta y el Peloponeso, el estrecho de Mesina y la zona frente a la costa de Túnez y Argelia". Transfer estudiará por medio de simulaciones de ordenador el peligro potencial de estas áreas.

"Sin embargo, hasta el 20% de los maremotos podrían tener una causa menos obvia: los corrimientos de tierra submarinos", prosigue Angelo Camerlenghi, geólogo e investigador ICREA en la UB. El de Stromboli fue causado por el corrimiento de un gran volumen de tierra de una ladera de la isla, pero lo mismo puede pasar bajo el mar. "Por ejemplo, frente al delta del Ebro se ha detectado el BIG95, un corrimiento de 26 kilómetros cúbicos de tierra que se produjo hace 11.000 años un tiempo muy corto en geología y que generó olas que posiblemente llegaron a afectar hasta Barcelona".

PERFORACIONES El proyecto Medslide, coordinado por Camerlenghi y en el cual participa también el Instituto de Ciencias de Mar de Barcelona (ICM-CSIC), se concentrará en el estudio del potencial tsunamigénico de los corrimientos submarinos. La propuesta, que saldrá de la fase de valoración en abril, plantea utilizar barcos de perforación, como los que se usan para extraer petróleo, para lograr muestras de los antiguos desplazamientos. "Se podría estudiar, por ejemplo, cómo distintos corrimientos se han acumulado uno encima de otro --explica Camerlenghi--. Y así se podría estimar la frecuencia de estos eventos".

Mientras, la Comisión Intergubernamental Oceanográfica, una institución que forma parte de la Unesco, está impulsando un sistema de prevención internacional. De hecho, ya está lista una red de sismógrafos capaces de detectar en tiempo real la aparición de terremotos.