El teniente coronel Antonio Peñafiel llegó ayer a la comandancia de la Guardia Civil de Albacete dispuesto a ejecutar su venganza. Tras haber sido cesado en febrero como jefe de la sede provincial del instituto armado, mató con una pistola al que fue su segundo de a bordo, el comandante Isidoro Turrión, y al médico Francisco Naharro. También disparó contra el teniente coronel que le sustituyó al frente de la comandancia, Antonio Lázaro Gabaldón, a quien le provocó heridas muy graves. Con el mismo arma, se pegó un tiro. No murió, pero su estado es muy grave.

Ni el ministro del Interior, Angel Acebes, ni el director de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso, mencionaron la palabra venganza. Ambos achacaron el suceso al "desequilibrio psicológico" de Peñafiel. Sin embargo, la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGV) pidió una investigación "exhaustiva". A su juicio, el supuesto desequilibrio del teniente coronel es "consecuencia" del acoso que sufrió en la comandancia, en la que se ganó la antipatía de los mandos por realizar "concesiones económicas y laborales a los agentes de las escalas más bajas". De hecho, fue destituido tras denunciar públicamente irregularidades en los pluses económicos y las libranzas.

COGIO UNA PISTOLA

Peñafiel llegó a las 10.30 horas. Entró por la puerta principal y saludó al guardia de la garita. Aprovechando su confianza, le pidió que le permitiera entrar para hacer una llamada. Una vez dentro, cogió su arma del agente y subió a los despachos. Primero acudió al del comandante Turrión, de 40 años, y le pegó un tiró letal en la cabeza. Luego, fue al del teniente coronel Lázaro, que apenas llevaba un mes al mando. Le disparó en el hemitórax y en el muslo y lo dejó malherido. Fuentes de la investigación dijeron que estaba reunido con un empresario, al que Peñafiel no apuntó.

Más tarde, entró en la enfermería. Allí encontró a Francisco Naharro, de 70 años, médico jubilado que seguía ejerciendo para los agentes. El doctor, padre de la delegada del Gobierno en Castilla La Mancha, recibió un tiro en la cabeza. Junto a él, estaba un enfermero, que salió por la ventana, y un paciente, que se tumbó en el suelo. Peñafiel ni siquiera les apuntó. Lo que sí hizo fue pegársela a la sien y apretar el gatillo.

Ningún agente esperaba un suceso así, aunque todos sabían que Peñafiel se sentía víctima de una conspiración para que dejara Albacete.