"¿De dónde sois? Venid a Oujda. ¡Allí está la mierda!". El hombre que, en un perfecto castellano, grita enfurecido es uno del centenar de subsaharianos que el domingo, justo cuando la selección española y la italiana se jugaban el pase a la semifinal de la Eurocopa, intentaron atravesar por la fuerza el paso fronterizo de Beni Enzar, la principal entrada a Melilla desde Marruecos. Ahora está a punto de ser expulsado a una zona desértica de la provincia de Oujda, en la frontera con Argelia, país en el que numerosos sin papeles se han replegado tras frustrarse su objetivo de acceder a España.

Hombres, mujeres y hasta niños salen de la comisaría de policía de la ciudad marroquí de Nador, a 15 kilómetros de Melilla, con trozos de pan en la mano. Tres precarios autocares les esperan. Ellos son los cerca de 78 detenidos en Beni Enzar el fin de semana. El resto, unos 28, fueron arrestados en Nador y en el bosque que rodea las verjas de Ceuta y Melilla.

En aquella zona no quedan subsaharianos. "Huyen de las redadas y de la fuerte presión policial y militar", asegura Chakib Al Jayari, presidente de la Asociación del Rif de Derechos Humanos en Marruecos. De momento, solo el primer grupo de expulsados han vuelto a pie desde el desierto hasta la zona universitaria de Oujda, donde viven hacinados, faltos de alimentos y organizados por pequeños grupos de compatriotas.

Empleos precarios

Los inmigrantes que no encuentran ninguna tabla de salvación en la ciudad de Oujda o en el resto del reino alauí prefieren cruzar la frontera de Argelia en busca de empleo, aunque sea precario. Es el caso de Ibrahim, de Nigeria. "Desde los asaltos a Melilla es imposible volver a Nador, y en Oujda no tenemos nada que hacer", dice. Se dirige a pie por un camino seco que transcurre paralelo a la vía del tren que unía Marruecos y Argelia. Mientras pide víveres a la gente con la que se topa, comenta: "En las tierras de los argelinos, la presión policial no es tan fuerte".

Decenas de subsaharianos recorren ese camino pedregoso bajo un calor sofocante. Llevan lo puesto, una lata de sardinas y agua. "Queremos trabajar en el campo", dice Ibrahim. No es que el trabajo arrecie en Argelia, pero lo prefieren a no tener nada y porque logran una semitranquilidad, lejos de las redadas, durante semanas, incluso meses.

Una vez haya amasado suficiente dinero, Ibrahim volverá a Marruecos y, tarde o temprano, intentará entrar en España a bordo de una patera. Otros que ahora viven en Casablanca, Rabat y otras ciudades marroquís han aguardado a la llegada de las vacaciones estivales para intentar pisar suelo español a través de Ceuta y Melilla. Quieren aprovechar que los vigilantes estarán ocupados con los controles de los ciudadanos marroquís que vuelven a su país para pasar unos días.

Según un agente español en Melilla, "lo que pasó en Beni Enzar el domingo es un hecho aislado que no volverá a suceder". Aunque de repetirse, reconoce que los subsaharianos podrán con facilidad arrollar el bloqueo humano.