La cifra de víctimas mortales ocasionadas por el vertido de barro rojo en el oeste de Hungría subió ayer a ocho al encontrar los equipos de emergencias el cadáver de la última persona desaparecida. El cuerpo fue hallado entre las localidades de Kolontar y Devecser, azotadas ambas por la riada tóxica originada el lunes de la semana pasada por la rotura de una parte de un muro de la colosal balsa de residuos número 10 de la fábrica de aluminio MAL.

Pero en hospitales de Ajka, Veszprém, Gyor y Budapest permanecen ingresadas 50 personas por las quemaduras que les causó el contacto con el barro rojo, desecho venenoso producido por el refinado de bauxita para obtener aluminio. El pH (medida de la acidez y la alcalinidad) del derrame era de 13 en una escala de 14.

"Los dos grandes tipos de quemaduras químicas son las provocadas por ácidos y las provocadas por sustancias alcalinas --explicó ayer Jeno Rácz, director del Hospital de Veszprém y exministro de Sanidad húngaro--. Las segundas son más graves porque el cuerpo humano no sabe defenderse de las sustancias alcalinas y estas logran penetrar a gran profundidad".

Gestión de la calamidad

Rácz, traumatólogo, nunca había visto heridas como las de estos días. "Las quemaduras alcalinas son raras. Algunos productos de limpieza, como la lejía, pueden producirlas. Pero la lejía tiene una alcalinidad 10 veces menor que el barro rojo".

El médico usó el sarcasmo para denunciar cierta laxitud en la gestión de la calamidad. "¡Es una gran noticia que por fin sea obligatorio el uso de mascarilla en la zona afectada! Respirar grandes cantidades del polvo que desprende el lodo rojo puede provocar cáncer y contaminación por metales pesados".

Aunque el centro sanitario la ha ofrecido, ninguna persona ingresada por el vertido ha querido ayuda psicológica. Según la observación de Rácz "llegaron al hospital conmocionados y sin capacidad de mirar más allá de su salud y la de los suyos, después se apoderó de ellos el pesar por todo lo que han perdido y ahora empiezan a manifestar rabia y a buscar culpables".

Todavía no parecen haber llegado a esta etapa los primos Károly Horváth y Janos Baranyai, ingresados en la habitación 203 de la planta de traumatología. La mayor preocupación de Horváth es que su hija de 11 años necesitará cirugía plástica en las nalgas y los muslos y él de ninguna manera puede pagarla. ¿No se hará cargo el sistema sanitario? "¿Usted cree? Yo no. El personal del hospital está siendo muy atento, pero todavía no he recibido ninguna noticia del Gobierno, mucho menos una visita".

Además de su hija pequeña, en el hospital también está ingresada la esposa de Horváth. Y Baranyai tiene a su madre en un centro de Budapest. El relato que hacen de la avenida ponzoñosa en Devecser incluye "olas que venían de todos lados", "cerdos, neveras y troncos arrastrados" y gritos que decían: "¡Me estoy quemando!".