TLta vida empieza muchas veces, tantas como nosotros estemos dispuestos a empezarla. Lo he dicho en numerosas ocasiones, porque lo creo de verdad. La vida no es el discurrir de los días, no es el proyecto que tenemos entre manos, no es el deseo de que se cumplan nuestros sueños. No. La vida no es eso. Es una actitud ante los acontecimientos que nos afectan directamente. Una forma de interpretarlos, de encararlos, de manejarlos, como si sólo dependiera de nosotros la razón por la que hay que hacerles frente, ya sean tristes o alegres, voluntarios o impuestos, rutinarios o imprevistos.

La vida no es un día detrás de otro, sino el impulso que nos mueve a levantarnos de la cama para que tengan sentido las horas que tenemos por delante. Es una forma de mirar. Una forma de saber que otros te miran. Un regalo que se abre con la emoción de corresponder al que lo ha envuelto, para devolverle una parte de la ilusión que puso al elegirlo. Es un trozo de mar. A veces bravo, y a veces tan sereno, que quisiéramos que nunca bajase o subiese la marea. Es una ventana abierta. Un patio. Un domingo de invierno. El último día del año. Cuando deseamos a los otros que el que viene sea más próspero, más feliz, más reparador. Y, en ese deseo, nos encontramos una y otra vez con un ciclo cumplido. Con otro calendario. Otra agenda. Otro empezar.

Así somos, capaces de hacer que la campanada número doce de la Nochevieja no sea la última, sino la primera de otras muchas en las que siempre volvemos a plantearnos Año Nuevo, vida nueva .

¡Felices Fiestas y Próspero 2008!