TMtantenía el mismo aspecto de muchachote sano y noble que cuando lo conocí en Madrid, en nuestra época de estudiantes; él, más joven que yo, apareció por el colegio mayor "El parque", muy cercano a mi residencia y a cuyo bar acudía a comprar tabaco o tomar un café. Nos movíamos en círculos distintos y no trabamos una profunda amistad pero sí hubo una corriente de simpatía.

Este paisano siempre tuvo para mí una sonrisa y una palabra de reconocimiento y bienvenida. Luego, el ejercicio profesional nos hizo coincidir en bastantes ocasiones aquí en Extremadura. La última fue en primavera, cuando a la Base Aérea de Talavera, aterrizó un avión con uno de los contingentes militares procedentes del Líbano. Llegué muy justa de tiempo y la avalancha de familiares y soldados me envolvió. Entrevistaba a los recién llegados, a sus madres, a sus parejas pero en la algarabía no encontraba a los mandos. Se levantó una mano reclamando mi atención y bajo la mano, una cara. Allí estaba Fernando. Me había visto, sabía lo que buscaba y, generoso como siempre lo recuerdo, me ofreció al personaje que se disponía a entrevistar.

Comprobé muchas veces su buen hacer en televisión, profesional experimentado, desde muy diferentes escenarios. Calculo que llevaba unos treinta años trotando por esta tierra, peleando en este mundo, no siempre grato, del periodismo hasta que un día, casi de repente, la leucemia lo mató. La cita con el destino le ha llegado demasiado pronto.

Me ofreciste tu personaje en aquella aún cercana mañana de primavera y siempre me regalaste tus sonrisas. Yo no tengo nada que ofrecerte, solo estas líneas, a tí y a tu familia, también a tus compañeros. Con todo mi cariño os entrego estos recuerdos.