Ni Juan José Padilla, ni Antonio Ferrera, ni Diego Urdiales se llevaron oreja alguna ayer en la tradicional corrida de Victorino que cada año se celebra en la recta final de la Feria de Santiago de Santander.

El diestro extremeño no se entendió con su primer toro y tuvo dificultades con el segundo, que no fue tan bueno. Ferrera no comprendió que su primer Victorino pedía distancia en los medios y le realizó una faena desestructurada. Dibujó líneas con la derecha y enganchones con la izquierda, a pesar de la nobleza de un enemigo que sólo quería que le remataran el muletazo atrás y, a ser posible, le dejaran la muleta puesta. El segundo, aspero y correoso, se quedaba a medio pase y buscaba el bulto; podía tragar uno o dos muletazos, al tercero nones. Se entretuvo en colocarlo y le llegó un aviso perfilándose para la suerte suprema. Le arreó un bajonazo después de pincharlo tres veces.

A pesar de lo fácil que se lo puso el público y el toro de Victorino, Padilla no tocó pelo en el primero. En el cuarto hubo petición de oreja, pero el presidente no la concedió y Padilla dio la vuelta al ruedo tras una faena populista a base de zapatillazos y gritos.

Diego Urdiales vivió una auténtica pesadilla con el tercero, al que mató de pescuecera. Puso a prueba la paciencia del sexto, con el que insistió por hacer lo imposible. Cuando cayó el toro el público abandonó despavorido la plaza, tan rápido y aburrido que casi dejó solos a los de luces.