La adaptación de El código Da Vinci, a cargo de Ron Howard (Una mente maravillosa), se expone en Cannes hoy mismo, dos días antes de la irrupción en las salas comerciales de medio mundo. A partir de este momento será el lenguaje cinematográfico el que tome la voz, acallando, se supone, el ruido de la crítica visceral que personalidades eclesiásticas han sometido al filme sin saber si repro- duce fielmente los pasajes considerados inaceptables de Dan Brown. Porque, en contra de lo que es práctica habitual en Hollywood, no ha habido tests de audiencia ni pases previos.