PLAZA: Casi tres cuartos de entrada en tarde nublada y con ligero viento.

TOROS: De Garcigrande, desiguales de presentación y manejables en general. El mejor fue el bravo primero, bueno el indultado que se lidió en cuarto lugar y el más deslucido el quinto.

TOREROS: Finito de Córdoba, ovación y dos orejas y rabo simbólicas que no paseó; Antonio Ferrera, oreja tras aviso y ovación; y El Fandi, ovación tras aviso y oreja.

INCIDENCIAS: El cuarto toro, indultado.

Están de moda los indultos. Y eso no es ni bueno, ni malo, pero sí peligroso. Porque se puede caer en el error de que se empiece a minusvalorar la bravura de aquellos animales que realmente sean merecedores del perdón. En la corrida de Almendralejo hubo un toro con condiciones y todos los ingredientes para ser indultado.

Bajo, bien hecho, de bonitas hechuras, humillando siempre y sobre todo bravo de verdad. Apretó con fijeza y pujanza en el caballo, galopó en banderillas y embistió a la muleta de Finito con calidad, nobleza y boyantía. Toro para el torero y sobre todo para el ganadero. Pero fue el primero de la tarde y llegada su hora tuvo que morir. Si a Domingo Hernández, propietario de la divisa de Garcigrande, le hubieran dado elección, a buen seguro habría pedido el indulto de ese animal que abrió plaza, y no el que se concedió al cuarto.

La diferencia radicó en que con el primero, Finito estuvo a medio gas. La faena fue de más a menos y aquello se disipó. Sin embargo, en el cuarto, vimos a un torero pletórico y una obra que resultó a la inversa: de menos a más. Con peores mimbres, Finito consiguió un mejor resultado. Se confió, relajó el cuerpo, toreó a placer a un animal que repitió una y otra vez, pero no llegó a la bravura del que abrió plaza. Entonado tuvo nobleza y bondad. No se le puede juzgar en varas, pues apenas sintió la puya. Con él, Finito se acopló a la perfección y surgieron naturales bellísimos.

Antonio Ferrera tuvo un lote desigual. Colaborador fue el primero de los suyos y deslucido el otro. Al segundo de la tarde, lo llevó con suavidad, mucho temple y destacó la largura de sus muletazos, además de la cadencia con la que ejecutó los circulares, que duraron una eternidad. El quinto no se empleó en el caballo. Se dejó pegar pero con la cara alta y llegó a la muleta quedándose corto y protestando. El toro iba a su aire y Ferrera fue todo pundonor y ganas, pero se le notaba que no estaba cómodo en la cara de ese animal.

Las dos faenas de El Fandi fueron prácticamente clónicas. Muchos muletazos en las dos, pero poco eco en los tendidos. Bien es cierto que tuvo el lote soso de la corrida. El tercero iba y venía, sin entregarse y el sexto acabó muy parado. Con éste, el granadino optó por los terrenos de cercanías, los circulares y los desplantes finales que, junto a una estocada de rápido efecto, le sirvieron para cortar una oreja.

El encierro de Garcigrande, en líneas generales, tuvo una alta nota en cuanto a su juego. Pero la presencia de algunos de los ejemplares que saltaron al ruedo dejó mucho que desear.