El caso Romanones de supuestos abusos sexuales a menores en el entorno de una parroquia de Granada, denunciado en 2014, se desinfló ayer en la última sesión del juicio, al retirar la fiscalía todos los cargos contra el padre Román Martínez por falta de pruebas. Aparte de las contradicciones de la víctima, que hoy tiene 27 años, el ministerio público insistió en que en raras ocasiones se produce tanta «incertidumbre» con las pruebas, y llegó incluso a especular acerca de que todo fuera una conspiración del Opus Dei, orden del denunciante.

La intervención del fiscal, que cambió su petición de nueve años de cárcel por la absolución, fue una bomba, dado que hasta ahora había dado por válida la declaración de Daniel, nombre ficticio de la víctima, que llegó a relatar su experiencia al papa Francisco, que fue quien le animó a denunciar los hechos. Pero tras nueve sesiones oyendo a testigos que nunca presenciaron o sufrieron los abusos, y a los peritos contradecirse sobre la veracidad del relato, no quedó más remedio que tirar la toalla.

«No puedo decirles lo que ha pasado, la relación entre Román y el denunciante, si hubo abusos o penetraciones», manifestó el fiscal, que resaltó: «Solo sabemos que hay 12 declaraciones distintas de las que no podemos concretar nada». Y tras lamentar que «no hay manera de acceder a la verdad sin hacer daño», concedió que, a lo sumo, pudo haber un «clima sexual» en el entorno de los sacerdotes del que tampoco hay pruebas, «de si fue o no consentido ni si existió con Daniel».

«MALDAD» DEL DENUNCIANTE / En este sentido, el fiscal apuntó que el motivo por el que se llegó a juicio fue la firmeza con la que el denunciante habló de violaciones, dado que los abusos sexuales, como ya ocurrió con el resto de encausados inicialmente, habrían prescrito. Pero pese a la enorme «frustración» que pueda provocar esta decisión, sin pruebas no hay caso. «Ante las contradicciones, la actitud del denunciante es de huir», reprochó el fiscal, que puso en duda que alguien que dijo tener aversión a los sacerdotes por la experiencia sufrida, se apuntara más tarde al Opus Dei.

La actitud del fiscal dio argumentos a la defensa del cura para cargar contra la «maldad intrínseca» del denunciante, que «contó una película de ciencia ficción» por venganza y por afianzarse profesionalmente, según el defensor. Por el contrario, la acusación particular consideró que los testimonios prueban «absolutamente» el relato de la víctima, subrayando en cualquier caso el delito de abuso por la enajenación de su voluntad que ejercía el sacerdote, a quien la víctima consideraba como a un padre. El caso quedó visto para sentencia.