TLteyendo un número atrasado de la revista de literatura Quimera me entero de que Vladimir Nabokov , antes de morir, mandó quemar su novela inacabada The original of Laura , y que ahora sus herederos no acaban de decidir si deben seguir las indicaciones del escritor o bien lanzar la obra al mercado. Esta historia nos remite al asunto de Kafka y su editor, Max Brod . El primero, casi inédito en vida, le pidió al segundo que quemara todos sus manuscritos. Si ahora disfrutamos de los libros de Kafka es porque Brod fue un chico desobediente y pasó esos textos no por el fuego sino por el tráfago de la imprenta.

Fuego o imprenta, esa es la tesitura a los familiares de Nabokov. Me pregunto, a sabiendas de lo enrevesado que era el famoso autor de Lolita y Pálido fuego , si esa petición de destrucción no sería un avieso juego por su parte para poner entre la espada y la pared a sus herederos cuando él ya estuviera criando malvas. Por eso de los vasos comunicantes, me estoy acordando ahora de La visita de la vieja dama , una tragicomedia en tres actos de encantadora maldad en la que su autor, Friedrich Dürrenmatt , plantea un dilema similar: una multimillonaria anciana visita Güllen, su empobrecido pueblo natal, para ofrecerles a sus habitantes mil millones de libras si acaban con la vida del futuro alcalde, con quien tiene una cuenta pendiente.

Si los familiares de Nabokov pudieran leer esta humilde esquina de prensa, yo les recomendaría que hicieran una fogata con el manuscrito de la discordia. Cierto que dejarán de ganar dinero fácil, pero no es menos cierto que con un poco de suerte podrán dormir a pierna suelta.[apellido.140]

Rodríguez

Criado