Implantada en el curso escolar 2004-2005 en medio de una encendida polémica que cruzó fronteras, nadie cuestiona hoy en Francia la ley que prohíbe la exhibición de signos religiosos en la escuela pública. Tres años después, la ley del velo goza de un consenso político y social envidiable --de los 639 incidentes registrados el primer año se ha pasado a cero-- pese a tener efectos secundarios, como el trasvase de 50.000 alumnas musulmanas a la escuela privada católica (que permite el pañuelo) y la creación de centros educativos exclusivamente para musulmanes.

Para el padre de la normativa, Luc Ferry, ministro de Educación del 2002 al 2004 con el Gobierno conservador de Jean Pierre Raffarin, no hay duda de que el balance es altamente positivo. "De los 12 millones de escolares que hay en Francia, unos 1.800 van a escuelas musulmanas, lo que significa que en términos de integración hemos ganado". Pero es inevitable que "las familias más conservadoras busquen una alternativa en la escuela privada, pero en términos absolutos el saldo es netamente favorable", asegura.

OLA DE ENFRENTAMIENTOS Ferry recuerda el contexto en el que se gestó la ley, en el 2002. Ese año, Francia vivió una ola de ataques antisemitas que tuvieron su fiel reflejo en las escuelas, donde se registró una escalada de confrontaciones violentas entre musulmanes y judíos. La situación, según el exministro, tenía más que ver con la segunda Intifada y con los atentados del 11-S en EEUU que con un enfrentamiento doméstico entre dos comunidades muy numerosas (Francia tiene más de cuatro millones de musulmanes y un millón de judíos).

"Había que actuar, había que preservar la escuela republicana y laica", sostiene Ferry, que recuerda que tan prohibido está el pañuelo musulmán como la kippa judía y las cruces católicas. Asegura también que quien más presionó para aprobar la ley fueron las asociaciones de mujeres musulmanas. "Eran ellas las que más pedían que se prohibiera el velo, muchas veces impuesto por la familia", asegura.

La ley del velo --que afecta a primaria y secundaria, pero no a la universidad-- es de las pocas cuestiones que escapan a la política de reforma de Nicolas Sarkozy.