A finales del siglo XIX, el médico estadounidense William Coley inyectó bacterias a decenas de pacientes de cáncer. Sus éxitos quedaron eclipsados por la quimioterapia y la radioterapia. Cien años más tarde, la idea de Coley ha vuelto poderosamente, bajo el nombre de inmunoterapia.

Esta técnica está en todas las quinielas de las investigaciones que darán la sorpresa en el 2018. La semana pasada, se dio a conocer su éxito en tratar cánceres de colon en ratones de laboratorio.

La viabilidad de esta estrategia se conoce desde los años ’80, gracias a las investigaciones de James Allison, entre otros, quien acaba de recibir el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento. No obstante, los científicos no esconden su excitación ante su boom actual.

PLÉTORA DE ENSAYOS

"Hay un subgrupo pequeño de pacientes que tiene beneficios inauditos. Estamos desbordados por la plétora de ensayos clínicos [de inmunoterapia] que se están llevando a cabo. Además, tenemos un conocimiento de la biología de los tumores que no existía hace 5 o 10 años", comenta Alex Prat, jefe del servicio de oncología del Hospital Clínic, que coorganizó un simposio sobre inmuno-oncología el 2 de febrero en Institut d'Investigacions Biomèdiques Agustí Pi i Sunyer (IDIBAPS).

"La idea es redirigir el sistema inmunitario, que nos protege de bacterias y virus externos, para que ataque el cáncer", explica Toni Ribas, investigador de la Universidad de California (Los Angeles), que participó en el simposio.

El éxito real de esta estrategia es limitado. Mientras en algunos tumores el sistema inmunitario se activa solo, generando inflamación (son los llamados tumores "calientes"), en otros el sistema no reconoce el tumor o el cáncer desarrolla estrategias para despistarlo (son los tumores "fríos" o incluso los "desiertos inmunológicos"). En los cánceres donde se produce una respuesta, esta no supera el 30% o 40% de los pacientes, en el mejor de los casos.

Sin embargo, apuntar los cañones del sistema inmunitario hacia dentro conlleva daños colaterales. "Si le quitamos los frenos [para que ataque el cáncer], hace cosas que no debería hacer", explica Ribas. "Vemos toxicidad autoinmune: inflamación del hígado, del intestino, alteraciones de la tiroides… Puede haber consecuencias serias", admite Prat.

Para superar las limitaciones de la inmunoterapia, los investigadores están explorando nuevas vías de la relación entre sistema inmune y cáncer. La primera ola de la inmunoterapia, que ya llegó a la clínica, se basaba esencialmente en la idea de inhibir los checkpoints internos del sistema inmunitario. Es decir, desactivar los mecanismos que le impiden atacar el propio organismo.

SEGUNDA OLA

"La segunda ola intenta, entre otras estrategias, atacar los sistemas que el cáncer emplea para protegerse del sistema inmunitario", explica Ribas. "Otra opción es sacar del cuerpo del paciente sus defensas, manipularlas genéticamente para dirigirlas hacia el tumor y reintroducirlas", explica Prat.

En paralelo, se está trabajando en las ideas más diversas: desarrollar vacunas, emplear virus oncolíticos o estudiar como afecta la flora intestinal.

No obstante, los propios expertos alertan de que la inmunoterapia no pretende ser una panacea. "¿Reemplazará la quimioterapia? No creo. Para la mayoría de los tumores no se dará sola, sino en combinación", aventura Josep Tabernero, responsable del programa de inmunoterapia del VHIO lanzado en diciembre en colaboración con la Fundación BBVA.

Uno de los objetivos es personalizar la terapia. "Estamos estudiando quien responde y quien no, para ver qué diferencias hay y conseguir que quien no responde lo haga", explica Prat. "El sistema inmune es potencialmente un arsenal perfecto: lo que intentamos hacer es reactivar el ejército que ya tenemos dentro", concluye Tabernero.