TLta calvicie otorga elegancia, diferencia y matiz. El otro día iba paseando y unos adolescentes, tan crueles como todos los de su especie, se fijaron en mi frente reluciente y se cachondearon al unísono: "Mira, una placa solar". Si uno peinara tupé, habría pasado desapercibido, pero así, radicalmente pelón, logré la distinción. Aunque donde la calvicie estuvo a punto de lanzarme a la fama fue el jueves en el Auditorio de Cáceres. Representaba La Fura dels Baus su espectáculo XXX y de cuando en cuando, aterrorizaban al respetable bajando al patio de butacas y preguntando a una por su más recóndita intimidad, rogando a otra que señalara al varón mejor armado de la sala o animando a los hombres a desnudarse.

Lo más sorprendente del caso es que un caballero, que dijo ser francés, si no se desnudó, sí que mostró su miembro en particular maniobra. Los demás pensamos: "Bueno, es francés". Pero tras él salieron tres mozos de la tierra y se despelotaron en un pis pas. Fue en ese momento cuando el actor principal, que gastaba tacones de 20 centímetros y calva superlativa, distinguió mi cabeza motilona y se empeñó en acariciarla al tiempo que la alababa: "¡Qué calva más bonita. Con lo que me gustan a mí los calvos!". Me temí lo peor y ya me veía con las vergüenzas al aire ante 2.000 ojos. Menos mal que me echó un capote mi mujer. Agarró mi brazo y me dijo: "Tú aquí quietito". El actor entendió que allí no había posibilidades y prefirió desnudar a mi vecino de asiento. Por cierto, XXX me pareció fascinante.

*Periodista