Que los futbolistas siempre han tenido la bragueta floja no es ninguna novedad. Son jóvenes, tienen dinero y están hechos unos toros, así que por algún sitio tienen que sacar la testosterona. Les pasa también a los toreros, tipos que se juegan la vida en la plaza y que, antes o después de la corrida, se regalan una juerga para llevarse una alegría al cuerpo.

Hace unos días, el circunspecto Julián López, el Juli, que acaba de cumplir 21 años y es multimillonario, afirmaba tener más miedo de ligar que de torear, por si la chica en cuestión no buscara cariño sino la rentabilidad inmediata de ir contando al día siguiente su encuentro con el maestro.

Con las novias, amantes y conocimientos de Jesulín se podría llenar una plaza de toros y ningún torero quiere tener en su historial a una Juani, ni tan siquiera a una Belén Esteban.

Pero si los toreros se han vuelto cautos, a los futbolistas les ha entrado una fiebre que no es normal. En el mundo del fútbol también hay una amplia tradición de ligoteos problemáticos, desde los tiempos de Biosca y compañía, pero nunca como ahora los astros del balón se han puesto tan a tiro y habían actuado con tanta prepotencia. La fiesta de cumpleaños de Ronaldo, en la que éste reunió a los futbolistas más de moda, entre ellos Beckham, es uno de los eventos más impresentables de las últimas décadas.

A la fiesta fue una colección de modelos que compitió al escote más largo y la falda más corta, ofreciéndose al mejor postor por si alguno ligaba con ellas, sin darse cuenta de que, aunque fueran vestidas de Versace, en realidad participaban en una especie de subasta de esclavas.