TCtiento treinta mil millones de euros en dinero negro circulan por España. Un verdadero atasco. Y yo, que los pillo todos, este ni lo huelo. Sin embargo, me basta poner el pie en la calle para toparme con el primer descerebrado que circula con las ventanillas bajadas y la música de Melendi a toda pastilla. El destino. Mucha gente cree en el destino, que es como llaman a la voluntad de Dios. En Turquía, por ejemplo, confían más en el destino que en la Seguridad Social. Por eso no han hecho ni caso a las autoridades sanitarias que advertían de que no se sacrificasen corderos en las calles con motivo del Kurban Bayram, a sabiendas de que a estos animales los crían en los mismos corrales que a los pollos y son un hervidero de virus. Sospechan que lo que Dios dispone no lo va a modificar una pira de pollos.

Desde siempre han existido gentes que creen que Dios lo tiene todo planeado de antemano. Pero, por lo que parece, nunca tantas como ahora. Somos la generación del futuro perfecto. Según el filósofo Michael Oufray , es otro daño colateral de las religiones monoteístas. Para este hombre, la propia conversión de san Pablo no fue más que una histeria que acabó convirtiéndose en neurosis planetaria. El primer contagio masivo lo habría transmitido un judío y una paloma blanca. No sé si está en lo cierto, pero la verdad es que el judío es un pueblo de lo más curioso. Lleno de metáforas litúrgicas. Basta observar que se lamentan ante un muro: supongo que para decirnos que Dios es a nuestros ruegos sordo, como una tapia. florianrecioyahoo.es