El equipo español devaluó todas las quinielas al perder su primer partido del Mundial de Sudáfrica contra la discreta pero pragmática selección de Suiza. He de confesar que yo estaba en un error y que, en contra de lo vaticinado en el anterior textamento, la afición no ha culpabilizado del desastre al entrenador, como mandan los cánones. No, resulta que los culpables son ¡Zapatero y Sara Carbonero ! Ahí es nada. Esto es lo que ha sentenciado el sanedrín popular: Zapatero es culpable por gafe y Carbonero por guapa. Parece ser el que el mal fario que algunos quieren ver en nuestro presidente del Gobierno ha estigmatizado a toda la plantilla, mientras que la belleza de la Carbonero, arma de destrucción más selectiva, se ha limitado a desestabilizar a nuestro portero, Iker Casillas .

El diario británico The Times , en un ejercicio de amarillismo, se ha atrevido a responsabilizar a la novia de Casillas de la derrota de nuestra selección. Pero no hay que ser ingenuos: en el fondo sabemos que los dardos envenenados dirigidos al presidente y a la reportera carecen de fundamento. Hacerlos responsables del fiasco no tiene sentido, pero eso es precisamente lo que hace a la acusación tan peligrosa: cuanto más estúpida y excéntrica es una opinión, más posibilidades tiene de instalarse como verdad incuestionable en la conciencia popular.

Intuyo que a estas alturas yo mismo me habré contagiado de esas maledicencias, y tal vez mi subconsciente haya empezado ya a recordar este campeonato como el de las molestas vuvuzelas sudafricanas, el mal fario del presidente Zapatero y la belleza dañina de Sara Carbonero.