Cuando la primera marea negra asolaba la Costa de la Muerte, un director general de esos que nunca se han manchado los zapatos justificó que no se llamara al Ejército para ayudar porque "no hay costumbre" en España y podría interpretarse como "una injerencia" en la vida civil. Es otra de esas frases que concursarán en la olimpiada de disparates pronunciados a raíz del caso Prestige .

Su autor debería haber celebrado la Navidad en el polideportivo de Aguiño. Y ver cómo militares y voluntarios que allí duermen recibían con saltos de alegría a vecinos del pueblo que se acercaban cargados de árboles de Navidad y cava al son de las gaitas. Nunca el Ejército había sido tan celebrado.

Y la fiesta de Aguiño fue sólo una más. En Muxía, las mujeres del pueblo obsequiaron a militares y voluntarios con una crema de verduras, gambas en salsa rosa, ensalada y patatas al alioli. Tampoco faltaron ni el cava ni las gaitas.

CHASCARRILLO

Los más afortunados fueron los 164 miembros de la brigada número 11 de la Base General de Menacho (Badajoz), que el pasado 25 de diciembre, día de Navidad, fueron visitador por el ministro de Defensa, Federico Trillo. Anoten el menú: crema de marisco con gambas, ensalada rusa con atún, gabardinas, langostinos, costilla asada, empanada gallega y turrones variados.

A la fiesta de hermanamiento entre soldados y pueblo también contribuyó el ministro de Defensa. Lejos de irritar, su declaración radiada el día de Navidad --"las playas están esplendorosas", dijo tras sobrevolar la costa en helicóptero--, fue un motivo más para la risa y el chascarrillo. "Aquí el único que está esplendoroso es él", le respondía el alcalde de Camariñas. Un militar, con graduación y mucha memoria, le contestaba en un corrillo con un escueto y trilliano "manda huevos". "Bien gordos los tiene el ministro", añadía un subordinado manchado de fuel hasta los mismísimos.

El tiempo de perros que reinó en las playas disuadió a los pocos voluntarios que rechazaban el día de reposo propuesto por las cofradías. En el gran arenal de La Lanzada (O Grove) paseaba en solitario Agustín, un cooperante leonés, que recolectaba con paciencia franciscana las pequeñas galletas que el temporal no deja de vomitar. "Si el fuel no descansa, ¿por qué voy a descansar yo?", declaraba.

La mayoría de los casi 2.000 militares que celebraron su particular Navidad gallega también se arrugaron ante el temporal. Los militares de Muxía se quedaron al resguardo en la cofradía y sólo los más aguerridos de Carnota y Lira desafiaron la lluvia, el frío y los vientos huracanados.

LA SENSACION

Fueron varios centenares de un regimiento de Córdoba, a cuyo capitán, Miguel Fernández, aún le sabía a poco lo realizado: "Nos iremos con la extraña sensación de haber trabajado todo lo que hemos podido, pero no todo lo que hubiésemos deseado", declaraba a modo de despedida. Uno de sus soldados lanzaba un mensaje más breve escrito en el dorso de su traje: "Papá Noel no existe". Quizás para él no, pero en la Navidad más triste conocida en las costas gallegas sí ha habido regalos en forma de soldados y multitud de voluntarios.