La primavera está a la vuelta de la esquina y con su luminosidad y sus almendros en flor, de nuevo, volvemos a planificar nuestras escapadas.

Y es que el viaje enriquece. Conocer otras culturas, empaparnos de las tradiciones y vivir ciudades distintas a las nuestras, nos ayudan a ampliar nuestras miradas y alivia esa curiosidad por lo desconocido que muchos tenemos dentro de nosotros.

De un tiempo a esta parte, no para de hablarse del llamado gen Wanderlust, que no es otra cosa que “pasión por viajar”. Este blog de psicología se hace eco de las investigaciones en torno a la naturaleza humana y su curiosidad.

Así como existen personas que nunca abandonarían su ciudad, ni siquiera por un buen trabajo, los estudios revelan que existe un 20% de la población que tiene el gen viajero, el gen DRD4, relacionado con los niveles de dopamina en el cerebro. Esta sustancia, según los expertos, tiene que ver directamente con el deseo y la motivación y se la conoce como el centro del placer. Una variación de este gen, DRD4-7R, es el que desarrolla una mayor inquietud y curiosidad y sería uno de los motivos principales por el que existe casi un cuarto de la población que se embarca en aventuras para conocer y explorar lugares distintos continuamente. Para estas personas las opciones al alcance de un click como 101viajes o muchas otras webs de viajes para planificar la próxima escapada resulta una tentación difícil de eludir.

Los estudios de los expertos indican también que este gen es más común en las sociedades modernas que en nuestros antepasados. Todo ello está naturalmente vinculado a la eliminación de las barreras por la globalización, el acceso a la información sobre lugares lejanos y el desarrollo de medios de transporte que acercan destinos antes desconocidos y que influyen en el despertar de nuestra curiosidad por las diferentes culturas.

Asimismo, se habla, igualmente, del poder de la imaginación desde edades tempranas. Los más pequeños son capaces de recrear todo un universo sólo a través del juego y esto también alimentará su instinto más viajero cuando sean mayores.

Tengamos o no ese gen, lo que está claro es que el viaje nos cambia, nos transforma y nos sienta bien. Nos abre puertas y nos enseña, a veces, a relativizar, dependiendo del destino. Hay muchos tipos de viajes: culturales, de ocio, de aventura, solidarios…pero de todos podemos sacar alguna enseñanza que va directamente a nutrirnos y a hacernos más abiertos, tolerantes y humildes, siendo capaces de dejar sorprendernos por lo desconocido.

Se habla de Wanderlust no sólo como un gen, sino, más bien, como un espíritu: “el espíritu de Wanderlust”, el espíritu de viajar que, incluso, va más allá. No se trata sólo de moverse físicamente, en la misma ciudad se pueden descubrir rincones nuevos con ecos de otras culturas, gastronomía, cine, música y bailes…y no es de extrañar que existan ya marcas en el mercado que hablen de toda una generación, sacando productos dirigidos a esta parte de la sociedad, que aunque estadísticamente sólo es un 20%, todos tenemos algo de wanderlusters dentro de nosotros.