TStu hija se abriga el ombligo cuando usted le dice que va a coger un resfriado? ¿Su hijo deja de hacerse un piercing porque usted le hable de la hepatitis C? ¿Algún joven come más frutas y verduras porque se lo recomendemos? No. Para ellos, la salud es cosa de viejos y de futuro imperfecto. Por eso, cada vez que se les avisa del peligro de las drogas recurriendo a consecuencias sanitarias, pasan. Los resultados están a la vista. En 10 años, el número de jóvenes de entre 14 y 18 años que consumen cocaína se ha multiplicado casi por cuatro, mientras que el porcentaje de consumidores de cannabis y éxtasis es más del doble. España está a la cabeza de Europa en consumo de coca. En internet hay miles de web cannábicas, en las películas, la marihuana provoca hilaridad y los lunes, el rey del aula es quien se cogió el mayor colocón el fin de semana.

Como estas drogas no provocan inseguridad ciudadana, no hay alarma social. Se extiende la idea de que por un porro no pasa nada, pero se radicaliza su consumo y se convierte en muleta vital para los jóvenes. El problema debe abordarse socialmente: las drogas no son malas porque afecten a la salud personal, sino porque generan problemas sociales de autocontrol, dependencia, desmotivación y ruina personal. La mentalización social sí se ha dado con la heroína, fundamentalmente porque quienes la empezaron a tomar hoy se están muriendo. Las consecuencias del consumo irresponsable (¿se puede ser responsable a los 14 años?) de cannabis, cocaína y éxtasis son más sutiles, pero llevan igualmente a la autodestrucción.